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Tiznados

Miércoles, 20 de agosto 2025, 05:30

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Llevamos una semana masticando ceniza. Tiznados. La brutalidad de los incendios que también están golpeando a la provincia de Salamanca se nos cuela al respirar y al comer, tatuando en el paladar un sabor agrio y metálico, polvo y ceniza que penetra a través de los poros y okupa cada uno de los rincones de nuestras casas. Una calima negra viaja desde los montes calcinados, suspendida por el viento como si encinas, robles, pinos o castaños hayan exhalado su último aliento para esparcir el mensaje de alarma.

Una grotesca ola de calor, mucho más duradera de lo habitual, ha sometido al terreno a un castigo extremo, dejándolo expuesto sin defensas ante la maldad de algunos y la ignorancia de otros, los incendiarios que están detrás de la primera chispa. No son pirómanos, no actúan movidos por una atracción patológica por el fuego, son incendiarios tras los que siempre hay algún tipo de interés económico o personal. El castigo tendría que ser ejemplar y para ello sería pertinente y urgente una revisión de penas en los incendios dolosos.

«Se quema España» leemos en la televisión, pero el mapa ya evidencia que el titular no es preciso. Lo que se está quemando es el oeste del país, y especialmente la parte fronteriza con Portugal, la Raya, la zona más afectada por la despoblación en las últimas décadas en todo el país. Y es difícil no pensar que todo está relacionado: los pueblos se vacían, los que quedan son mayores, y no hay quien trabaje ni los montes ni las tierras, tampoco hay ganado que pastorear porque en muchas explotaciones es imposible cuadrar las cuentas a final de mes. Suma y sigue. La falta de población y de actividad económica lastra la recaudación para las administraciones y la inversión en recursos públicos. Es una espiral perversa que condena a estos pueblos a la irrelevancia, especialmente la electoral, que es en los términos de valor en los que se mueven los partidos políticos, también en situaciones de emergencia como esta. Nunca dejan de pesar en la balanza electoral cada una de sus decisiones.

Y así andamos, de nuevo enrocados en una lucha política improductiva y descorazonadora que lleva a los ciudadanos a la lógica sensación de abandono y desamparo, y no sólo porque se haya demostrado que los medios de extinción eran insuficientes para frenar la pesadilla. Ese todos a una que ha logrado frenar las llamas en muchos pueblos es el que no hemos visto en las administraciones, y ya son demasiadas veces en las que el sistema ha fallado. Demasiadas.

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