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«¡Unas pilas!; ¡Mi reino por unas pilas!» gritaba un hombre en mitad de una muchedumbre que permanecía con sus brazos derechos en alto, sosteniendo un teléfono móvil al que la cobertura esquivaba con efectividad. Esta escena shakesperiana podría ser una más de las que ilustran el Gran Apagón con el que se recordará este 28 de abril de 2025.
Sólo unas horas sin electricidad y estábamos dando pasos hacia el medievo a la velocidad de la luz. Supermercados sin agua, sin papel higiénico, sin botes de fabada y sin pilas, las ansiadas pilas para alimentar un pequeño y viejo electrodoméstico que habitaba el fondo de cajón desde hacía lustros, condenado al ostracismo analógico por el reinado de lo digital. El transistor.
Durante unas horas, no había tesoro más codiciado que un aparato de radio. Los ciudadanos se arremolinaban allí donde un vecino salía con su Telefunken de 1985, el corrillo en los bares rodeaba al transistor, protagonista en lo alto de la barra, como en las tardes de goles de Di Stéfano o de puerta grande para el Niño de la Capea. Cuando todo se fue a negro, la radio siguió viva. Nada es capaz de silenciarla.
Otros buscaban refugio en sus coches, aparcados, con la radio encendida y, si había suerte, con el móvil cargando en el puerto UBS. Podía haberse convertido en la nueva normalidad si el apagón no se hubiera quedado en un susto de dimensiones colosales. Los que presumen de informarse sólo a través de TikTok buscaban refugio en la eterna radio, ansiosos de voces autorizadas para encontrar certezas allí donde sólo había incertidumbres. Una vez más, en mitad de una crisis, los medios de comunicación serios y solventes evidencian su fortaleza informativa mientras otros sólo pueden sonrojarse ante sus carencias.
Una radio también sonaba bajo el Puente Romano, mientras los salmantinos y toda la prole universitaria se entregaban con avidez al Lunes de Aguas. Qué caprichoso es a veces el azar. No podía elegirse un día mejor para apagar Salamanca, justo cuando el hornazo, plato frío y todoterreno, es el rey de las mesas. Todo el país patas arriba y medio acojonado y mientras, en tierras charras, a dos carrillos entre tortilla, lomo y chorizo, acompañados de un buen trago de vino. La tradición al rescate.
Tiempo habrá ahora para buscar causas y responsables de este Gran Apagón, pero una de sus consecuencias más directas es que los medios tradicionales salen reforzados, y entre ellos, una radio que suena con más fuerza que nunca.
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