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Qué lejos quedan las palabras de políticos de cejas pobladas y barba rasurada que defendían aquello de 'Los presupuestos son la piedra angular de la política, sin ellos no hay acción de gobierno posible'. Noches de ojeras, de triple ración de cafeína y nicotina, acompasadas con días de trajes arrugados, y todo para darle vueltas a la calculadora hasta que cuadraba la cifra de gastos e ingresos. Del insomnio salían tochos documentales, miles de páginas con millones de números. Presupuestos que se daban por-supuestos, es decir, nadie contemplaba la posibilidad de no presentarlos, de no aprobarlos, y llegar a ese punto era sinónimo de crisis, e incluso de convocatoria electoral.

En eso, la política también se nos ha quedado vetusta. Una vejez disfrazada de añoranza. En estos tiempos frenéticos, alguien activa el botón electoral en Cataluña y el resorte inmediato es meter el USB con las cuentas del Estado en el congelador... cuando no tirarlas a la papelera. Acción-reacción. Y lo justifican con los argumentos más simplistas: el de minimizar los efectos de dejar al país huérfano de sus presupuestos y el de ponerse a trabajar 'de forma inmediata' en los siguientes. 'No pasa nada', decía ufano el ministro Puente a las horas de conocerse la noticia.

Pero sí que pasa. De entrada, y aunque a todo el mundo le importe un pimiento, se incumple el mandato constitucional y, además, prorrogar los presupuestos implica aparcar las inversiones, que sólo podrán reactivarse, como casi todo, por la vía del decreto ley, con la intervención divina del Consejo de Ministros. Menos control y más arbitrariedad en las decisiones políticas. Por eso se está tan cómodo con los presupuestos prorrogados.

A nivel más doméstico, las cuentas de la Junta para este año se están cocinando en las Cortes. Ayer Carriedo defendió la receta frente a una oposición que no le ayuda ni a cortar la cebolla. El mandil de pinche del PP ya lo lleva el VOX de García Gallardo, al que en los últimos días le ha dado por resucitar lo del protocolo anti-aborto que a punto estuvo de dinamitar el ejecutivo. No hay nadie como este chico para meterle candela a un guiso que pide fuego lento. Ese carácter incendiario es el que ha calentado la idea de que pudiera entrar en las listas europeas y, como efecto dominó, que el que busca ser su sucesor, el presidente de las Cortes, Carlos Pollán, se haya enfundado la camiseta de hooligan saltándose sin rubor el decoro que se le presupone al máximo responsable del parlamento autonómico. Otro por-supuesto que ha dinamitado la nueva política.

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