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No hay lugar más frío que la bancada de la oposición política, especialmente gélida después de disfrutar de la calidez de los escaños azules del gobierno. Es como pasar del Caribe al Ártico sin el veraneo en Santillana del Mar. Como esas tardes de otoño con viento que te pillan en manga corta. Un frío que se cuela por la epidermis para expandirse a través del torrente sanguíneo y al que no puedes frenar por más capas de abrigo que te pongas encima.

Esa es la sensación que desde hace un par de meses tienen los procuradores de Vox en las Cortes autonómicas. Para ellos se congeló el termómetro el día que Abascal les ordenó romper cadenas con el PP y desde entonces andan destemplados, buscando calor por los rincones, incluso cambiando de chaqueta por si alguna, especialmente la azul, les reconforta.

Un frío duro, denso, cortante... cargado de intrascendencia e irrelevancia. Si algún día García Gallardo experimentó la tentación de sentirse importante por su descarada dialéctica, ahora ya ha comprobado que los incendios que generaba eran directamente proporcionales al cargo que ocupaba: vicepresidente de la Junta de Castilla y León. Bajo ese paraguas institucional, lo trascendente era más el quién hablaba y no tanto el qué decía. Por mucho que ahora se aplica en alentar polémicas, arengar a los suyos y provocar a los enemigos, su mensaje se pierde difuminado entre los miles de tuits pirómanos que adornan el día a día de las redes sociales. Uno más. Sin más.

Pese a que el PP les tiende la mano en un calculado ejercicio de cortesía parlamentaria, esta semana hemos comprobado cómo Vox se ha convertido en prescindible para Mañueco, y eso en política se traduce en ostracismo, sobre todo cuando el resto del arco político te ha sentenciado con el eufemísticamente conocido como 'cordón sanitario'. Te has quedado solo y nadie te ofrecerá cobijo de un frío irredento.

Y así andan los operarios de mantenimiento de las Cortes, revisando los termostatos de los despachos presididos por una foto de Abascal. El visor refleja unos plácidos 24 grados pero sus inquilinos se quejan de un frío perpetuo que arrastran allí donde van. No a muchos metros de allí, en las dependencias del PP, disfrutan de una primavera eterna, con frutos brotando de los árboles y una plácida música de fondo, la versión en la política regional del Jardín de las Delicias de El Bosco, ese tríptico en el que, abajo a la derecha, se puede ver a los condenados expiando sus penas y ateridos por un frío inmisericorde.

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