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El manoseado término de España vaciada se nos está quedando corto con el devenir de estos tiempos, en los que la rentabilidad económica y política de las decisiones está ninguneando a las provincias con menor peso demográfico. Podríamos hablar ya directamente de una España vacilada en la que recortan servicios con el descaro y la soberbia que pasean los que nunca miran a la cara para decirte la verdad. El último ejemplo ha entrado en vigor esta semana: la eliminación de las paradas de algunos trenes de alta velocidad en Segovia, Medina del Campo y Sanabria, en Zamora. Al parecer, se hacía largo el camino entre Madrid y Vigo y la mejor fórmula para acortar los tiempos es condenar a cientos de paisanos a no poder desplazarse para acudir a su trabajo o asistir a una cita médica. «¡No vamos a pagarles nosotros la fiesta!», argumentan los que abanderan la teoría de que las inversiones deben desplegarse donde se concentra la población.

Y así, pisoteando con grosería la solidaridad territorial y mirándose el puñetero ombligo, es como el desierto demográfico se extiende sin remisión, abocado a tratamientos paliativos que le induzcan a morir sin hacer mucho ruido. Con colaboradores necesarios de esta agonía, como los diputados y senadores de los partidos del Gobierno, a los que la boca se les va haciendo más pequeña a medida que se acercan a la M-30, aparcando los intereses de sus votantes para defender los suyos, focalizados en el poder y el dinero. Sólo los que pisan las calles día a día se atreven a alzar la voz ante tamaño vacile.

Ya metidos en faena, podría ADIF alargar el túnel de Guadarrama hasta la Ribeira Sacra y así quitarse de encima la incómoda meseta y todas sus interminables provincias. En un par de horas de Vigo a Madrid sin incómodas paradas y con Abel Caballero dando palmas con las orejas mientras arropa a Óscar Puente para convertirse en el sucesor de Pedro Sánchez, el heredero de un imperio cada vez más reducido a cenizas.

Por cierto, se le ha ocurrido a Renfe que para compensar por esta eliminación de paradas camino de Madrid, lo mejor es que sean los trenes que van de Salamanca a Chamartín, famosos por su velocidad supersónica, los que hagan un alto en Medina para recoger a sus viajeros. Olé tú. Echando más gasolina para apagar un incendio. Esgrimen además que, con este recorte horario, las ventas de billetes han crecido un 40% por ciento. Pueden retorcer las estadísticas todo lo que quieran, pero no dejará de ser un agravio más para esta España que se siente vacilada.

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lagacetadesalamanca La España vacilada