Complejo de inferioridad
¿Saben lo que hacen la mayoría de los jefes de redacción cuando están revisando currículums para contratar a nuevo personal? Revisar la experiencia laboral. ¿Saben cuánto tiempo dedican a repasar las titulaciones académicas? Tres segundos, el tiempo necesario para conocer la universidad en la que se ha formado el aspirante. La veteranía demuestra que los títulos acumulados no son directamente proporcionales a la valía profesional. Es más, haberse buscado la vida con empleos sin cualificación evidencia una actitud más preciada que la titulitis de la que están aquejados muchos de nuestros políticos, a los que este verano no les ha quedado otra que dimitir de sus cargos por mentir en sus méritos académicos.
El brote surgió con la popular Noelia Núñez y se ha extendido casi a nivel epidémico. Y ahora están todos los curritos de los partidos políticos, en mitad de la piscina con el bañador mojado o a pie de playa bajo la sombrilla, revisando con lupa los currículums de los contrarios para confirmar si son reglamentarios o están inflados como un balón de playa de Nivea, a punto de estallar con estudios por finalizar o directamente con falsificaciones más o menos chapuceras.
Hay quienes justifican que inflar la vida académica no es motivo suficiente para exigir la dimisión de un político, pero se olvidan de que, en algún momento de esa carrera, por ambición o por cosmética, esa persona decidió mentir a sabiendas, y sobre esa impostura, de la que siempre son conscientes, ha cimentado su trayectoria. Puede que su valía posterior esté acreditada, pero nace de una falsedad premeditada, y eso les inhabilita para un cargo público. En el fondo, lo que denotan estos farsantes es un triste y lamentable complejo de inferioridad con el que se pretende que el título de marras eclipse la falta de competencias y habilidades. Es el colchón que amortigua futuras críticas y no hay político al que no le guste vivir con una red debajo para evitar la caída. Mil veces prefiero a un político sin una formación completa pero que demuestre honestidad, ilusión, carisma y valentía; que a estos clones que salen de los partidos con la ambición como meta y sin miedo a mentir a la ciudadanía, atraídos por el lado oscuro de la fuerza desde el minuto cero.
Por cierto, sonroja ver cómo los partidos presumen de que los 'mentirosos' que hay entre sus filas se inmolan por el bien de la formación, alabándolos en el altar de la valentía como mártires. Otros que evidencian su complejo de inferioridad.