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Ni el más fantasioso de los cronistas podría haber previsto el nombre del protagonista del último escándalo que ha salpicado a la política regional: Juan Luis Cepa. El de la pinta de bonachón, el monaguillo devenido en sacristán, el socialista que guarda las llaves de la iglesia del pueblo, el altavoz del mundo del campo en la oposición; investigado por abuso de menores, a un niño de 13 años.
'¿Qué has hecho, Cepa?', se han preguntado llevándose las manos a la cabeza en el PSOE de Castilla y León, conscientes de tener que lidiar con un nuevo escándalo después de la detención del soriano Ángel Hernández por violencia de género. No gana para Tranquimazin el bueno de Tudanca, al que las andanzas de sus compañeros de filas le han vuelto a reventar las vacaciones.
El ya ex procurador salmantino ha dicho aquí, en La Gaceta, que es inocente, que tiene la conciencia tranquila y que no ha agredido sexualmente a nadie. No es por dinamitar la presunción de inocencia, a la que tiene derecho todo acusado, pero esa respuesta de manual tiene difícil encaje con los detalles que se van conociendo de la denuncia. Aunque más allá de las consecuencias penales, que se puedan dirimir en los tribunales, me interesa más el aspecto ético del caso. ¿Por qué Cepa ha considerado que lo más apropiado era ocultarlo durante un año, guardar silencio ante todos y sólo mover ficha cuándo se encuentra arrinconado cuando se levanta el secreto de sumario? Hasta el concejal más anodino del pueblo más diminuto sabe que hay comportamientos vetados en esta sociedad, especialmente entre la clase política, y encabezando esa lista están los que tienen menores y sexo de por medio. 'Repugnante', lo ha llamado la ejecutora del PSOE regional, Ana Sánchez, a la que el sacristán le ha durado menos que los breves del Telediario. No sólo le han expulsado del partido, le han echado a los caballos y vilipendiado sin molestarse a conocer su versión. No está la política actual como para arriesgarse con tibiezas. Hasta han borrado ya su ficha personal y su foto de la bancada del PSOE en la web de las Cortes.
La justicia nos señalará la pena que tenga que cumplir, o no, Juan Luis Cepa. Pero la condena política y social le ha llegado por adelantado, ganada a pulso por su oscurantismo y cobardía. Si es inocente, lo correcto habría sido exponer públicamente la situación. Ahora, todo lo que diga estará manoseado, manchado por la duda, será el presunto pedófilo al que echaron de la política. Ah, y no creo que le sigan dejando las llaves de la iglesia del pueblo.
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