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Érase una vez una presidenta de la Comisión Europea. Algunos veían en ella a la malvada madrastra del cuento, pero salió rana, más bien, salió Caperucita, y se quiere comer al lobo. Resulta que ahora es la señora Von der Leyen la que alerta del peligro que tiene la presencia de manadas de lobo 'para el ganado y para las personas' e insta a las autoridades locales a que tomen medidas cuando sea necesario, avanzando incluso que el ejecutivo comunitario va a estudiar si se modifica la protección de la especie para flexibilizarlo.
Como cambia el cuento. La UE, férreo dique del medioambientalismo y de las políticas verdes es la que pone el foco en la necesidad de reducir la población de lobos. En Castilla y León, la Junta se pellizca ante el giro de guion no vaya a ser que sea todo un sueño fatuo y en el ministerio de Transición Ecológica se cuenta que han visto una manzana roja con el poder de hacer cambiar de opinión a esta particular Caperucita von der Leyen.
La política proteccionista de la ministra Rivera, que le conducido a prohibir la caza del lobo también al norte del Duero, se enfrenta ahora a un duro camino, sin migas de pan que marquen el rumbo. Fuera del paraguas de Bruselas hace mucho frío y no está la cosa política para meterse en muchos líos. Y mientras, los ganaderos, acostumbrados a dormir con un ojo y un oído medio abiertos, no terminan de fiarse de unos políticos que ya les han traicionado demasiadas veces. Ellos ya saben cómo acaba siempre el cuento, con el lobo feroz comiéndose a los siete cabritillos. Siempre he defendido que, en este y en todos los conflictos, hay que alejarse de toda radicalidad y encontrar la postura más sensata y equilibrada.
No es incompatible la pervivencia de una especie tan hipnótica como el lobo con un modo de vida, el de la ganadería, que nos alimenta a todos y da de comer a muchos vecinos de nuestros pueblos. No creo que el control cinegético de la fauna sea un atentado medio ambiental, ni mucho menos. La clave está en la primera palabra de esa expresión: control. Ya ocurre en otras latitudes con especies como los pumas, los osos, los renos o los jabalíes, que acaban con reses y cultivos. Ni es tolerable una barra libre de capturas ni lo es una ley seca que permita la expansión del lobo sin tener en cuenta los límites, tampoco los humanos. Las dos especies son compatibles, aunque no terminen felices y comiendo perdices. Este cuento es diferente, lo protagoniza Caperucita Von der Leyen.
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