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Recuerdo la última vez que viajé desde Madrid a Salamanca en tren. Fue en un Alvia hace ya algunos años. Y lo recuerdo porque me tocó en el asiento de al lado un conocido que hace ese recorrido todos los días y porque me costó trabajo conseguir el billete. Desde entonces, cada vez que lo he intentado, y han sido unas cuantas, no ha habido manera. Comparto las reivindicaciones, comenzando por más frecuencias a través de la vía rápida, que se van a plantear en la manifestación del domingo. No recuerdo tanta unanimidad en un determinado asunto en Salamanca desde hace tiempo. En esto del ferrocarril no hay dos España, sino cuatro. En la primera incluyo a todas las capitales que cuentan con líneas de alta velocidad, con múltiples frecuencias y varios operadores (al menos tres), lo que ha provocado un recorte sustancial en el precio de los billetes. En el segundo grupo estarían ciudades y zonas, como Salamanca, que no tienen acceso total a la alta velocidad y que no disponen de las frecuencias que quisieran. En el tercer grupo recojo a provincias, como Ávila, donde no hay, ni se la espera, la alta velocidad y se mueven a trancas y barrancas con los trenes convencionales. En el último grupo, el cuarto, el vagón de cola, está otra vecina, Cáceres, y todas aquellas, como Soria o Teruel, por poner solo dos, donde el servicio es mínimo o casi inexistente. Depende de con quién nos comparemos, en Salamanca nos podremos considerar afortunados o perdedores. No tengo muchas esperanzas de que la situación vaya a mejorar, ya que, entre otros factores, la cosa depende de Óscar Puente. Creo que con eso está dicho todo. Pero dejaré abierta una puerta a la esperanza, que es lo último que debe perderse.Y ya que citaba antes a varias Españas hay otra clasificación que se puede hacer en estos momentos: la España húmeda, en la que «sobra» agua, y la seca, en la que falta. Contemplando el video subido ayer en la página en internet de LA GACETA resultaba impresionante la caída en el Pozo de los Humos y me acordaba de la sequía vivida durante el invierno del año pasado. La situación que se da en nuestro país nos deja, si trazamos una línea divisoria imaginaria que arrancaría en Huelva y pasaría por Badajoz, Cáceres, Madrid, Valladolid, Palencia y terminaría en Cantabria, una España húmeda situada al oeste y norte de la misma y una España seca con todo el noreste, este y sureste, donde la sequía y la falta de agua es más que alarmante. Ambas tenían su reflejo ayer en el partido de futbol que tanta expectación ha despertado en Salamanca, con el Unionistas representando a la España húmeda y el Barcelona a la seca. Al margen del resultado, la realidad es que nos encontramos ante un problema de primera magnitud, que también va a poner a prueba la cohesión territorial, política, económica y social de España, si es que queda alguna.
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