Sabina y tú
Hay artistas que tienen la capacidad de estar y permanecer, de acompañarte y jalonar acontecimientos de tu vida
Dice Roberto Bolaño que las novelas se escriben combinando recuerdos. Es posible que las columnas de prensa también. Esta la arranqué el viernes, nada más llegar a la calle Goya de Madrid y empezar a ver caras salmantinas entre la multitud en uno de los conciertos de despedida de Sabina. Apareció con sus piernitas de alambre y su sombrero y vi a no poca gente llorar.
Hay artistas que tienen la capacidad de estar y permanecer, de acompañarte y jalonar acontecimientos de tu vida. Como si solo fuera algo entre Sabina y tú. Como si estuviera despidiéndose justo de ti.
De aquel niño que creció escuchando los conciertos de la Sindical desde un balcón de Doña Urraca. Oí varias veces cantar La del pirata cojo a aquel gamberro que conocía furtivamente del Si yo fuera presidente. En BUP me hice con algunas casetes suyas. Algunas me las grabó mi amigo Curro, que también me descubrió a Krahe. Aquella noche cantamos como locos El rocanrol de los idiotas en el concierto de la Plaza Mayor de las ferias del 96, a punto de arrancar COU. Un chaval que soñaba con escribir un día en un periódico.
En la facultad andaba cuando Sabina dijo «soy de una ciudad tan bonita que la llaman la Salamanca del sur» antes de cantar Medias negras en un Würzburg a reventar. Era 1999 y ya había conocido a la que hoy es mi mujer, que de las primeras cosas que hizo fue intentarme birlar al descuido un disco de Sabina que luego, jura, pensaba devolverme. Era la gira de 19 días y 500 noches y ese disco me lo había comprado invirtiendo el regalo de cumpleaños de mis abuelos. Y antes de que volviera Sabina a Salamanca se me fueron los dos al cielo en menos de un año.
Acabé la carrera, me hice periodista y vinieron aquel 2002 y nuevas infraestructuras. Como el CAEM en el que cantó Sabina dos noches en enero de 2006. Lo vimos salir abrigado hasta las cejas porque se había estropeado la calefacción. Por entonces casi solo se hablaba del Archivo y él aseguró que no era el momento «de resucitar ni a Unamuno ni a Astray».
Esa y otras veces lo había traído la caja de ahorros que ya no existe, que luego se lo llevó al Multiusos. Primero vino con Serrat, aquella noche que Ana bailó con Paula en la barriga. En 2009 arrancó aquí la gira de Vinagre y rosas un 20 de noviembre. «Es el aniversario de ese, pero también el de Durruti», dijo.
Entre medias nacieron el resto de mis sobrinos, me mudé a mi casa y me casé. Cuando volvió en 2018 al Sánchez Paraíso ya no estaba Josito y cuando cantó ese Y nos dieron las diez que había sonado en su boda me tuve que salir.
Ya no creo que vuelva por Salamanca. Por eso, en el Arena el viernes me acordé de todos, los que ya no están y los que siguen. También vi mi vida y la de mi ciudad pasar, porque todos hemos conocido a una princesa que acabó mal; en todas las ciudades hay una posada del fracaso, una calle Melancolía y una orquesta ensayando para cuando llegue el último vals.