Morbo en astillero
Creo que los que han pasado por la basílica no se fijaban tanto en lo que había como en lo que representaba la Santa
Hay un género literario muy atractivo que es el de las primeras frases de novela. Florece en aquellos pocos casos en los que a una frase inicial poderosa le sigue una novela con mayúsculas. «Hoy ha muerto mamá» de Camus, «Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así» de Delibes, o «Al día siguiente no murió nadie» de Saramago. Pero para comienzo imbatible: «en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor».
Andrés Trapiello decidía hace unos años «traducir» el Quijote a la lengua de hoy y desde la primera frase quedó claro la dificultad. Tras años de estudio, decidió sustituir «lanza en astillero» por «lanza ya olvidada». Ah, entonces se nos dice hábilmente que don Alonso era un caballero bastante pasadillo. Pero resulta que un archivero arroja luz al traductor y le muestra que Cervantes habría empleado un modismo propio de abastos y almacenes que significaba «casi a punto». Entonces lo que se nos cuenta genialmente son las ansias de Quijano de echarse a los caminos.
Nos ha pasado un poco lo mismo con lo ocurrido en Alba de Tormes. Más de noventa mil personas han asistido a la veneración pública de santa Teresa de Jesús, pero no sabemos cómo leerlo por culpa de cierta polémica a propósito de la palabra «morbo» y sus peligros pronunciada por el obispo de Salamanca. Morbo: atracción hacia acontecimientos desagradables.
¿Era desagradable el estado de la Santa? Pues depende de lo que se entienda por tal cosa. No la usaría como decoración para un cumpleaños infantil, pero miles de personas han comprobado que, a pesar de las numerosas mutilaciones sufridas, no era nada escabroso. De hecho, ha sorprendido a muchos cómo los restos de piel y tejidos aún transmitían cierta serenidad.
En todo caso, no importa mucho. Creo que los que han pasado por la basílica no se fijaban tanto en lo que había como en lo que representaba: esa mujer de espiritualidad superlativa, verbo terso y determinación a prueba de bombas que puso patas arriba el siglo XVI. Y estaba ahí.
¿Pero cómo hablar por cada uno de los noventa mil visitantes? Imposible. Como tampoco sabemos si cuando alguien ve al Flagelado de Carmona el Miércoles Santo se emociona con una obra de arte mayúscula que lo pone en contacto con su fe o se recrea morbosamente en las heridas realizadas con absoluto realismo. Bueno, pero eso es una imagen de madera. Entonces, ¿busca el morbo el Vaticano exponiendo el cuerpo de Juan XXIII o hay otro motivo?
¿Cancelamos la Semana Santa? ¿Cerramos el Vaticano? Tal vez sea mejor quedarse con el cariño de todo un pueblo hacia una monja única, los miles que se han emocionado por la fuerza de esos huesos enterrados en 1582 y que quizá hayan querido conocer a la persona que hubo detrás. Son muy grandes los molinos si se lleva siempre el morbo en astillero.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.