El futuro no es nuestro
Pensemos en las decisiones que pueden tomar para su mañana esas pobres gentes de Gaza o de Ucrania o de Siria
Dice Fernando Fernán Gómez en ese maravilloso documental que es 'La silla de Fernando', que el futuro nunca está en nuestras manos. Se refiere a la gente de a pie como usted y como yo. Queremos vivir en la ficción de que, en gran medida, lo que nos pase mañana depende de cómo actuamos hoy: si estudiamos más o menos en la Selectividad, si fuimos más derrochadores o ahorradores, etc.
Sería razonable que así fuera, pero no. Fernán Gómez recuerda que su madre había logrado un piso con alquiler vitalicio «y esa era su mayor alegría». Hasta que un cambio en la ley franquista de vivienda estableció que ese contrato se podía romper si solicitaba piso en la finca la hija del dueño al casarse, un sacerdote o un policía. Entonces debía ceder su vivienda el vecino que viviera más solo. Fue el caso de la madre del actor. De la noche a la mañana su futuro seguro se trocaba en angustia. «Esta es una lección para los que creen que el futuro está en sus manos. Y no: está en las manos de los que se han apoderado del futuro de todos», concluye Fernando.
Pensemos en las decisiones que pueden tomar para su mañana esas pobres gentes de Gaza o de Ucrania o de Siria o de Sudán. O si mañana Irán y Rusia deciden ponernos a todo el continente a bailar y mirar el cielo como hacen cada día miles de personas que vemos en la televisión en una realidad que nos parece imposible aquí. Qué será entonces de nuestros sueños y de nuestro mañana. Del piso de la playa o del plan de pensiones.
Hay un fiero relato de T.C. Boyle titulado 'Dispuesto a todo' que habla (¡en 1983!) de un hombre obsesionado con el apocalipsis nuclear («Los Ángeles, toda la costa oeste. Es el primer sitio que atacarán los rusos, eso si el terremoto no nos hunde antes en el océano»). Arrastra a su familia a un remoto paraje de Montana que le vende un supuesto experto en organizar supervivencias. Su plan es vivir aislado de la sociedad y compra de todo, armas incluidas. El único problema es que a la finca de al lado, vendida por el mismo timador, se muda un auténtico perturbado que un día lo aguarda apuntándolo con un fusil AK-47. «Tenía bien la dentadura, el corazón fuerte. Tenía comida almacenada para los próximos cinco años en el sótano…» y ya imaginan cómo acaba el previsor protagonista.
Yo no sé qué porcentaje del PIB habría que gastar en defensa y si se puede discutir sobre ello como si habláramos de la convocatoria de la Selección. Tampoco si Trump y Putin están tan locos como parece. Pero tienen nuestro futuro en sus manos.
Hace unos días la Policía rescató en medio de un secarral a dos ancianos de Leganés con deterioro cognitivo que habían echado a andar y se habían perdido. No sabían qué habían desayunado ese día, pero buscaban un lago que existió por allí hace más de 60 años. Seguramente donde se hicieron novios.
Quizá esa es la realidad y solo haya un sitio donde poder seguir siendo libres: nuestros recuerdos.
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