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A MIL PASOS

Un buen principio

La irritación por los tres desmedidos tiestos en una calle tan singular y tan poco necesitada de añadidos estaba más que justificada

Jueves, 29 de agosto 2024, 05:30

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A veces, en estos días de finales de agosto las nubes se arremolinan al atardecer y la luz del sol convierte el cielo en uno de esos frascos donde se limpian los pinceles de las témperas. Un caos dolorosamente bello ante el que sentirse pequeño. Pero raramente la acumulación desordenada de estímulos es agradable. Por ejemplo, al peatón que trataba de avanzar este mes por algunas calles del centro de Salamanca le asaltaría seguro la duda de si no estaría participando sin saberlo –entre variado mobiliario urbano, cubos, anuncios, jardineras… o macetas– en una absurda prueba de esquivar obstáculos.

Los medios de comunicación tienen pocos temas y mucha necesidad de llenar tiempo o espacio en verano y ahí surgen esas polémicas como pequeñas tormentas en vasos de agua a las que nadie estaría dispuesto a prestar atención una vez que venga septiembre apretando los dientes con su carísima vuelta al cole, sus políticos inventándonos nuevos problemas o la sustanciación de esa nueva imaginativa forma de progresismo que consiste en que los pobres paguen a los ricos (territorios).

Y aunque podemos convenir que el conflicto con las macetas de la Compañía se haya podido beneficiar de un agosteño espacio extra, la irritación por los tres desmedidos tiestos en una calle tan singular y tan poco necesitada de añadidos estaba más que justificada y buena prueba de ello ha sido la plausible reacción municipal.

En Argentina, cuando a alguien le dicen que es un «maceta» se le señala muy despectivamente que está fuera completamente de sitio, que es bastante torpe y poco hábil. Nuestras macetas de la Compañía eran un poco «macetas», ¿viste? En cambio, si alguien nos dice «maceta» en Guatemala, resultará que señala que somos capaces de sacar provecho de las situaciones desfavorables.

Y a lo mejor los exiliados tiestos nos hacen la función, además de alegrar el Barrio del Oeste, de sacar provecho y poner el dedo en la llaga sobre un problema que arrastró años esta ciudad: una tendencia urbanística de mucho cemento y adoquín y poco verde.

Lo vegetal es necesario, quizá no tanto en Compañía, pero sí en otros muchos puntos, aunque no precisamente en forma de maceta. Hay que saludar que broten tallos en Pozo Amarillo, Poeta Iglesias o San Pablo donde antes imperaba la dictadura del granito, pero falta mucho terreno por ganar en esa nueva mentalidad. Hace no tanto se reformó la acera de los pares de Federico Anaya y, ¿saben qué? Metros y metros de acera y ni un solo árbol. Lo mismo puede decirse de Álvaro Gil, donde no caben árboles, pero sí postes de los que colgar macetas. O de Polo Benito, una acera muy ancha donde no se pensó en un solo árbol y ahora llega el remedo de las jardineras. Ya que se está conjugando el verbo rectificar, y es fenomenal, ojalá haya un cambio de mentalidad definitivo. Ya lo decía Machado: «Naranjo en maceta, ¡qué triste es tu suerte!».

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