La «rave»
¿Cómo es posible que se pongan tantas trabas a organizar un festival normalizado y se permita esta instalación ilegal?
Confieso que envidio a mi hija. En apenas dos semanas ha disfrutado con sus amigos del Alpaka Fest, un pequeño festival de música que se celebra en Hacinas, una minúscula localidad burgalesa situada en la sierra de la Demanda que no llega a los 150 habitantes, y del Sonorama, uno de los eventos musicales del verano, que desde hace 28 años convierte a Aranda de Duero en la capital del indie. Compartimos gustos musicales. Y me hubiera encantado ver sobre el escenario a Carlos Sadness, Ginebras, Viva Suecia, Carolina Durante y, cómo no, a Franz Ferdinand, o descubrir el directo de Carlos Ares o Sanguijuelas del Guadiana, que parece van a pegar mucho próximamente.
Por eso, al igual que reclamó mi compañero Ángel Benito hace unas semanas en este mismo espacio, me gustaría que Salamanca tuviera su propio festival. Alguno de ustedes dirá: «pero si ya tenemos el FACYL...» Pero no, no es eso. Aunque pudiéramos ver a Rosalía hace años por apenas un euro. Aunque descubriéramos el torrente Nathy Peluso. Aunque hayan traído a Coque Malla, Santiago Auserón o al propio Serrat. Un festival es otra cosa, tiene un propósito.
Pregúntenle a Miguel Ángel Sánchez, que lleva organizando 26 ediciones del Festival Internacional de Blues en Béjar; o a los promotores del Abejarock, que de forma altruista han llenado de rock la ciudad textil durante los últimos quince años; o a los impulsores del Granito Rock en Los Santos, con 32 ediciones a sus rockeras espaldas. Todos ellos podrán hablarle de las dificultades que deben superar para poner en marcha eventos de estas características.
Cierto que de un tiempo a esta parte, los festivales crecen como la espuma en muchos pueblos de la provincia. Y podemos ver, sin ánimo de ser exhaustivo, desde el Farinato Sound en Ciudad Rodrigo, al Mejillón Rock de San Martín del Castañar, el Chapufest de Puente del Congosto, La Vellés Summer Fest o el Lenteja Sancris Fest de San Cristóbal de la Cuesta. Algunos solo viven un año, otros se mantienen a duras penas.
Además, existen iniciativas parecidas como «El copeo de tu vida», que aglutina a miles de universitarios y cuyo nombre parece indicar cuál es su verdadera misión.
Y luego está la «rave». Sí, una fiesta ilegal que este año se está celebrando junto al pantano de Santa Teresa, en las inmediaciones de Salvatierra de Tormes. Allí, miles de personas, muchas procedentes de Francia, Bélgica o Italia, han podido montar un escenario sin permiso, acampar sin permiso, instalar un bar sin permiso alguno y colapsar las carreteras de la zona sin que las autoridades tomen cartas en el asunto.
Y no será por falta de experiencia. Hace tres años ya se vivieron escenas similares junto al pantano, en el término municipal de La Tala. En aquella ocasión los vecinos se quejaban de que apenas podían dormir por el ruido. Al final, después de campar a sus anchas durante unos días, solo siete participantes en la fiesta fueron denunciados. Ahora, llevan desde el viernes por la noche sin que nadie les tosa.
Resulta evidente que la Guardia Civil no tiene recursos suficientes para hacer frente a esta avalancha. Ya lo pusieron de manifiesto sus asociaciones profesionales hace unos días. No hay agentes suficientes en verano para mantener el orden en la provincia. Y de eso se aprovechan estos jóvenes amantes del techno.
¿Cómo es posible que se pongan tantas pegas para organizar un festival normalizado y, sin embargo, se permita una instalación ilegal en la puerta de casa sin que nadie mueva un dedo? Estamos tardando en pedir responsabilidades.