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Casi 1.700 jóvenes salmantinos están hoy de los nervios. Bueno, y sus padres también. Seguro. Se enfrentan con el corazón en un puño a la Prueba de Acceso a la Universidad, la antigua EBAU con be y con uve, o la Selectividad de toda la vida. Porque, aunque luego la vida da muchas vueltas -tengo compañeros de promoción al frente de un pizzería-, se juegan buena parte de su futuro, que radica, la mayor parte de las veces, en estudiar lo que más le gusta a uno.
Además, según señalan los expertos, las pruebas van a ser más duras, dado que se ha eliminado la opción de elegir entre dos modelos de examen, la mayoría de las preguntas serán abiertas para fomentar el desarrollo razonado y se penalizarán las faltas de ortografía.
El gran problema de diferentes pruebas -unas más fáciles, otras más difíciles- según se hagan los exámenes en una comunidad autónoma distinta continúa sin resolverse. Es más, cada falta de ortografía resta 0,10 en Cataluña, en el País Vasco o Galicia, mientras que en Castilla y León o Madrid, por ejemplo, puedes perder 0,25 puntos. Y si en una cosa tan sencilla de evaluar como la ortografía no se ponen de acuerdo, imagínense en lo demás.
Pero todo el que ha querido hacer carrera ha pasado por este trance y al final la vida sigue con mayor o menor fortuna. Y el próximo jueves, 5 de junio -vaya, todavía hay esperanza, en las fechas sí han conseguido ir de la mano- la futura juventud universitaria española saldrá a celebrar el fin del tormento.
Y mientras corre la cerveza en los bares, los inquilinos de un palacio madrileño, el de La Moncloa, continuarán agitados. Desde su espantada-retiro espiritual no veíamos al presidente del Gobierno con ese grado de desasosiego. Ni a sus ministros. Los famosos audios de la fontanera lo tienen absolutamente descolocado. De momento, solo ofrece ruedas de prensa sin preguntas, no vaya a ser que tenga que responder de sus estudios superiores de pocero.
La forma de contraatacar elegida por el número uno ha sido lanzar un bulo. Y para amplificar el mendaz mensaje se ha servido hasta de tres ministros, precisamente los que ha enviado a batirse el cobre en las comunidades de Madrid, Andalucía y Aragón.
Como bien mandados -aquí quien se mueve no sale en la foto-, han difundido un bulo sobre la UCO, al atribuir a un excapitán de la Guardia Civil de esa unidad, que ahora trabaja como gerente de Seguridad del Servicio Madrileño de Salud de Ayuso, una afirmación contra Pedro Sánchez que se ha demostrado absolutamente falsa. Hasta los periodistas que lanzaron la farsa rectificaron al comprobarse que era mentira que el agente fantaseara con poner una bomba lapa al presidente del Gobierno, sino que realmente temía que se la pusieran a él. Pero ni Pilar Alegría, a la sazón portavoz del Gobierno; ni María Jesús Montero, la número dos; ni Óscar López, nieto de Guardia Civil para más inri; han pedido disculpas por expandir toda esa inmundicia. Al contrario, mientras las ministras se han quedado mudas de repente, quien salió escaldado de Castilla y León se ha reiterado en la falacia sin rubor alguno.
Este era el gobierno de la regeneración democrática, el que iba a luchar contra la corrupción, el que combatiría los bulos con todas sus fuerzas. De hecho, como si hasta entonces hubiéramos vivido en otro régimen, en septiembre pasado presentó un Plan de Acción por la Democracia para reforzar la transparencia, el pluralismo y el derecho de la información. ¡Ja! No le vendría mal a Pedro Sánchez otro retiro para reflexionar sobre el asunto. Pero de bastantes más días, por favor.
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