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Escucho a Donald Trump decir que su homólogo ruso Vladimiro «se ha vuelto completamente loco» porque «está matando innecesariamente (sic) a un montón de gente, y no estoy hablando solo de soldados». Se refería el presidente de los Estados Unidos de América al ataque aéreo que protagonizó ayer Rusia contra Ucrania, el mayor desde que comenzó la invasión. Y eso que horas antes se habían intercambiado mil presos de guerra entre ambos países, algo que hacía presagiar que el camino hacia la paz en esa zona del mundo estaba más cercano.
No creo que lo lea -no hay más que ver cómo se expresa el angelito- pero recomendaría al mandatario estadounidense que se comprara el último libro de Marc Marginedas «Rusia contra el mundo». En él, este prestigioso corresponsal de guerra español -que estuvo seis meses secuestrado en Siria por el ISIS, cuando esta organización se había convertido en el grupo terrorista más temido del planeta- relata cómo Putin llegó al poder mediante una serie de atentados de falsa bandera. Es decir, ataques terroristas que ocurrieron en Moscú, antes de que fuera presidente, y que se atribuyeron a grupos armados chechenos, aunque en realidad estaban propiciados por los servicios secretos rusos para radicalizar a la sociedad y que se echara en brazos de quien fue director de la FSB, la organización sucesora de la conocida KGB. Con estos mimbres morales, como para fiarse de lo que diga o haga el dirigente que trae en jaque a todo el mundo.
Pero tampoco andamos muy sobrados de moralidad por estos lares. También ayer leía en un digital nacional que presuntos «fontaneros» del Gobierno se reunieron con un investigado en la causa de los hidrocarburos en la Audiencia Nacional para pedirle información comprometedora sobre el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Balas, a la sazón jefe de la UCO y responsable de las investigaciones sobre la mujer y el hermanísimo de Pedro Sánchez. En los audios, que ha podido escuchar media España, se oye a una colaboradora del secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, muy suelta ella buscando información sobre el picoleto que unos días es amigo y otras el enemigo público número uno, según los informes que elabora su unidad incriminen al Gobierno central o a miembros de la oposición.
Y si torcemos la vuelta de la esquina, nos encontramos con un tipo que acaba de ser condenado por la Audiencia Provincial de Salamanca a dos años de prisión por haber falsificado dos documentos para mejorar su puntuación en una licitación pública del Ayuntamiento de la capital. Se trata del exasesor municipal José María Fuentes, conocidísimo por haber organizado aquel congreso que llenó la ciudad de jeques árabes, que iban a convertir Salamanca en la «nueva Dubai». Según la sentencia, modificó su expediente académico para dar por superadas asignaturas que todavía no ha aprobado y también elaboró un falso recibo de pago de tasas para la expedición del título universitario de Licenciado en Economía. Y así entró en el Ayuntamiento charro levantándose más de 47.000 euros al año. Menudo pájaro. Menudos pardillos.
Qué quieren que les diga. Cada vez que echo mano a un periódico o escucho la radio o enciendo el televisor, tengo la sensación de que estamos en manos de una cuadrilla de lunáticos. Desde quienes gobiernan el mundo en sus más altas esferas hasta los que se pringan por cuatro perras con engaños increíbles. Menos mal que Arturo Pérez Reverte acaba de anunciar la vuelta de mi querido capitán Alatriste. Seguro que sus aventuras me ayudarán a superarlo.
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