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El legado de Francisco

El papa fallecido ayer quería una Iglesia pobre y para los pobres, enfocada en ayudar a los marginados y los migrantes

Martes, 22 de abril 2025, 05:30

La semana pasada encontré en redes sociales una viñeta publicada en un periódico regional en la que se veía una procesión. En ella un cofrade se preguntaba por qué llueve tanto en Semana Santa y el Cristo que portaba junto a sus hermanos le respondía: «¡para que os metáis en las iglesias y las conozcáis!»

Me hizo gracia porque durante estos días he tenido el mismo sentimiento que el autor de la ilustración. Calles llenas para ver pasar los desfiles procesionales, iglesias vacías. No lo he experimentado yo solo. Lo desvela también el CIS que, si quitamos los sondeos de intención de voto, suele trabajar las encuestas con cierto criterio. En la última se ha interesado por este asunto y los resultados reflejan que el 58 por ciento de los españoles ha participado en alguna procesión y que el 56,7 confiesa no asistir a ningún oficio religioso. Y es que mientras casi un 40 por ciento de los españoles se declaran ateos, agnósticos o no creyentes, apenas un 18,6 dicen practicar la religión católica. Hemos asistido, por tanto, estos días a lo que algunos han denominado como catolicismo sociológico.

Y eso que el papa Francisco, que apareció todavía convaleciente al final de la ceremonia para impartir la bendición «urbi et orbi», intentó, desde el inicio de su pontificado en 2013, que la sencillez pesara más que la pompa vaticana. Jorge Bergoglio falleció ayer en su residencia de la Casa Santa Marta y quería una Iglesia pobre y para los pobres, preocupada por la justicia social, enfocada en ayudar a los demás. Este mismo mes, por ejemplo, los sacerdotes salmantinos recibían un decreto del Vaticano en el que se les ordenaba que no podían aceptar más de un estipendio por misa al día y, en el caso de recibir otros donativos, debían trasladarlos a parroquias con menos recursos. Seguramente la mayoría de curas ya lo hacían, pero es toda una declaración de intenciones dejarlo por escrito para evitar interpretaciones.

El papa no pudo pronunciar su último discurso. Lo leyó el maestro de ceremonias. Reclamó la paz en todas las partes del mundo donde hay guerra, exigió un verdadero desarme para conseguirla y clamó contra la violencia que sufren las familias, las mujeres, los niños, los marginados y los migrantes. Y lo hizo apenas media hora después de haberse reunido con el intolerante vicepresidente de los Estados Unidos, JD Vance. Ese era el papa Francisco.

Seguro que en estos doce años, este argentino de humor porteño, idealizado por unos y vilipendiado por otros, no ha conseguido todos los objetivos que se marcó. No sé si, gracias a su legado, el próximo papa logrará que las iglesias vuelvan a llenarse. Solo tengo clara una cosa. Que el viejo mensaje de Jesús, ese «amar al prójimo como a ti mismo», está más vigente que nunca.

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