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Kit de supervivencia emocional

En Salamanca encontramos el kit de supervivencia perfecto: salir al campo a comer el hornazo con la familia y los amigos

Martes, 29 de abril 2025, 06:00

Recuerdo como si fuera ayer aquel mediodía de septiembre de 2011 en la Redacción del periódico cuando se paralizaron todos los telediarios porque, al parecer, una avioneta se había estrellado contra una de las Torres Gemelas. Al final, resultó ser el peor ataque terrorista que había sufrido Estados Unidos en toda su historia y el skyline de Nueva York ya no volvió a ser el mismo.

No habían pasado tres años cuando otro día 11, esta vez del mes de marzo, las radios cortaban la emisión de sus programas para informar de otro salvaje atentado terrorista en Madrid en vísperas de las elecciones generales. Casi doscientos muertos y dos mil heridos fue el macabro balance de una tragedia que me tocó de cerca, puesto que una de las víctimas mortales era amiga mía.

La incredulidad llegó a extremos insospechados cuando otra vez en el mes de marzo, pero de 2020 un virus, supuestamente llegado de China, provocó que nos confinaran a todos en nuestras casas. No podía creer lo que estaba viendo. Grupos de soldados, Cetme en mano, patrullando las calles desiertas para que todo el mundo cumpliera las instrucciones de reclusión ordenadas por el Gobierno; vecinos que salen al balcón de sus casas para aplaudir al unísono al personal sanitario; ambulancias con la sirena y la urgencia puestas a pesar de que no hay coches que apartar…

Los españoles de mi generación no hemos vivido una guerra, pero ya llevamos sufridos en nuestras carnes varios terribles acontecimientos que a más de uno nos ha hecho replantearnos nuestra escala de valores. El último, como todos ustedes saben, ocurrió ayer. Un apagón generalizado en toda España, Portugal y el sur de Francia hacía temer lo peor. Al final, en Salamanca apenas duró unas horas y poco a poco la normalidad se fue restableciendo. Pero, al mediodía, ha habido momentos de auténtico aislamiento porque también se cayeron las telecomunicaciones y no había apenas conexión telefónica.

En el trabajo de mi mujer un compañero bromeaba diciendo: «¿Qué? ¿No decíais que lo del kit de supervivencia era una bobada? ¿Y ahora qué?» Luego, al mediodía, cuando llegó a casa, me preguntó dónde estaba el viejo transistor con el que oíamos a Luis del Olmo. Por supuesto, ilocalizable. El desasosiego hizo acto de presencia en la cocina mientras comíamos un cachito de hornazo.

Por fortuna, el suministro eléctrico regreso a Salamanca apenas tres horas después de producirse el masivo apagón. Una antigua compañera de promoción que, ahora trabaja en una empresa de ciberseguridad, me comentaba que estaba convencida de que la causa había sido un ciberataque. Aseguraba que existen ataques cibernéticos muy frecuentes a hospitales y a instituciones neurálgicas para el funcionamiento del país, pero normalmente no se informa de ellos porque no terminan afectando demasiado. Me tranquilizó cuando me dijo que no me preocupara demasiado puesto que había miles de informáticos trabajando como locos para atajar este enorme problema.

Estamos viviendo momentos convulsos. Hace cuatro días como quien dice una eurodiputada nos aconsejaba que nos hiciéramos con un kit de supervivencia con agua, alimentos básicos, velas o una radio con pilas por si se producía una pandemia, un desastre natural, una guerra o un ciberataque. No sé si será lo mejor. Desde luego en Salamanca ayer nos hicimos con nuestro particular kit de supervivencia emocional: salir al campo a comernos el hornazo con los amigos y con la familia. Y ya volverá la luz.

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