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Acabo de escuchar a un comentarista radiofónico que conoce a un médium con una capacidad tal que sabe si el espíritu con el que se comunica es de izquierdas o de derechas. Y así, si es de izquierdas, le dice «manifiéstate». Y, si cojea del otro lado, le insta: «si eres tú, da un golpe».
Bromas más o menos afortunadas aparte, lo cierto es que los sindicatos de izquierda tenían ganas de manifestarse este fin de semana a pesar de que sabían de antemano que nadie les iba a hacer caso. Eso de manifestarse contra la oposición resulta incomprensible para el ciudadano medio. Y una vez que el Gobierno aprobó el «decreto mínibus», los argumentos para echarse a la calle escaseaban más todavía. Menuda papeleta les tocó jugar el viernes al secretario general de CCOO, José Antonio Gallego, y al secretario general de UGT en Salamanca, Marcelino Muñoz, al anunciar que se suspendía la concentración prevista para este domingo en la Plaza Mayor y que se invitaba al personal a movilizarse en Valladolid. Si al menos hubiera sido día de apertura en Ikea...
Adujeron los sindicalistas que habían decidido elevar al ámbito autonómico la concentración prevista a nivel provincial para hacer un «llamado más contundente a la clase política». Tan contundente como que no consiguieron reunir a trescientas personas. Vamos, un gatillazo de los que hacen historia.
Por eso, cuando Juan García-Gallardo anunciaba ayer en su cuenta de X (la antigua del pajarito azul) que abandonaba la política, creí que se iba porque ya había cumplido con la misión para la que había sido predestinado: acabar con los sindicatos de clase. Pero no, no iban por ahí los tiros. Y eso que cuando estaba en el Gobierno de Castilla y León dinamitó todo lo que pudo el diálogo social. No hacían falta tantos esfuerzos, los de CCOO y UGT saben dispararse en el pie solos.
Lo cierto es que desde que se le quitó la cara de vicepresidente, Juan vagaba como alma en pena por los pasillos de las Cortes de Castilla y León. No le gustó un pelo la decisión que había tomado su jefe de salir del gobierno regional con aquella incomprensible excusa del reparto de los menores migrantes no acompañados que nadie se creyó. Y ha aguantado el tirón medio año, el tiempo en el que otros compañeros de partido se han lanzado a las barricadas para pedir más democracia interna dentro de la formación política. Hombre, si en partidos de izquierda o de centro esa democracia interna brilla por su ausencia, en uno de extrema derecha, ya me dirán ustedes.
El caso es que el procurador salmantino Javier Teira se rebeló contra la cúpula de Vox y la procuradora burgalesa Ana Rosa Hernando llegó a crear una plataforma denominada «Recupera tu Vox» para canalizar a los afiliados descontentos con las directrices de Santiago Abascal. Y, aunque García-Gallardo ha expresado en un comunicado que su decisión es independiente de la adoptada por estos díscolos, lo cierto es que él mismo ha reconocido que resulta una «quimera» intentar «acabar con las oligarquías dentro de los partidos» políticos.
Por lo menos, quien fuera uno de los políticos regionales que más titulares daba por minuto se va a su casa, a trabajar en el despacho de abogados familiar. Otros prefieren seguir manteniendo el acta de procurador y continuar cobrando un buen sueldo a costa de nuestros impuestos en lo que a Mañueco se le ocurre convocar elecciones. Porque, aunque el presidente regional acaba de decir que la marcha de García-Gallardo no influye en nada, lo cierto es que la ocasión la pintan calva. Al menos en estos momentos en Castilla y León.
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