El amigo portugués
Necesitamos embajadores que sepan «vender» la riqueza de Salamanca en el país vecino. Todavía hay mucho dinero para hacerlo
No, no voy a escribir de uno de mis mejores amigos: un portugués que vive aquí en Salamanca y que se merecería él solo esta columna porque no he conocido jamás a una persona que promocione mejor su tierra. El título de embajador se le quedaría corto.
Precisamente quería hablarles de todo lo contrario. Porque ayer tuve el privilegio de moderar una de las seis mesas de trabajo de las que saldrán las ideas e iniciativas que compondrán el VI Libro Blanco para el desarrollo de Salamanca, una preciosa iniciativa de LA GACETA con la que el periódico quiere poner su granito de arena reuniendo durante una mañana a un montón de expertos que piensan, debaten y ofrecen soluciones al futuro de nuestra provincia.
Fue el alcalde de Ciudad Rodrigo, Marcos Iglesias -que habló poco, la verdad, pero no erró el disparo en ninguna de sus palabras- quien, desde su visión fronteriza, lamentó: «Falta abrirnos a Portugal». Y me dio mucha pena escucharlo.
El drama aumentó cuando alguien entre el público llegó a exponer que casi la mitad de los cruceristas que llegan al muelle de Vega Terrón, surcando las aguas del Duero desde Oporto, se quedan en el barco y no visitan Salamanca. Y otro porcentaje de los cruceros, ni siquiera atraca en el embarcadero de los sueños de la Diputación sino que se quedan unos metros aguas abajo, en Barca d'Alva. El diputado provincial de Turismo, Juan Carlos Zaballos, y el concejal del ramo en Salamanca, Ángel Fernández Silva, están intentando que las empresas organizadoras de estos viajes cambien su oferta y favorezcan el acercamiento de estos turistas a nuestras localidades, pero, como dijo el consejero Gonzalo Santonja, va a ser complicado.
No me gustó lo que escuchaba, la verdad. Y mucho menos porque hace apenas unos días, la empresa de infraestructuras ferroviarias del país vecino anunció que ya había terminado la electrificación de la vía entre Lisboa y Vilar Formoso y que la línea de la Beira Alta entraba en servicio el último domingo de septiembre. Aunque el Gobierno luso ha tardado más de lo previsto en abrir esta importante vía de comunicación, nuestros vecinos ya tenían su tren y, nosotros, mientras tanto, acumulamos un retraso de cuatro años en terminar nuestra parte de electrificación de Salamanca a la frontera. Y lo peor de todo es que no se ve interés por parte de nuestro actual Gobierno de recuperar la conexión con Portugal, como la que teníamos con el Lusitania y el famoso Sud Expreso.
Bien está promocionar nuestros encantos en Madrid, bien publicitar nuestra magia en los países nórdicos como va a hacer próximamente el Ayuntamiento de Salamanca, bien huir de la nostalgia y elaborar nuevas propuestas turísticas experienciales como las que dio a conocer ayer el alcalde de Juzbado, bien invertir un canchal de dinero en digitalizar la promoción turística. Pero, por favor, no nos olvidemos de Portugal. Lo tenemos al lado. Más de diez millones y medio de personas con las mismas inquietudes que nosotros por probar vivencias que les acerquen a la cultura y al ocio del que disfrutamos en España.
Igual que mi amigo portugués, ese del que les hablé al inicio de estas líneas, necesitamos embajadores que sepan «vender» la riqueza de Salamanca en Portugal. Todavía quedan millones y millones de euros de fondos europeos a la espera de que atractivos proyectos de cooperación transfronteriza impulsen el intercambio entre ambos países. Esperemos que no nos pinten la cara gallegos, andaluces y extremeños con propuestas más fascinantes.
Se admiten ideas.