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LA VARA

¡Vaya imagen, Pedro!

Lo peor no son las horas sin luz o las pérdidas económicas, lo peor es el país de pandereta que proyectamos al mundo

Viernes, 2 de mayo 2025, 06:00

Todavía no nos hemos recuperado del cero eléctrico del lunes. Tres días después sigue siendo el tema de conversación de cualquier tertulia de amigos o de cualquier conversación de barra de bar. ¿Cómo es posible que se pueda ir la luz en toda la península ibérica y nadie le encuentre una explicación?

El apagón masivo que hemos sufrido va más allá de un accidente o de una incidencia técnica, es fiel reflejo de la deriva que está tomando el país. Muchos aplauden que el presidente del Gobierno haya salido tres o cuatro veces a hablar del tema ante la opinión pública, y sin embargo pocos cuentan que en todas sus comparecencias ha demostrado que o bien es un inútil sin paliativos que días después del esperpento no sabe lo que ha ocurrido, o bien, y eso sería más grave, se trata de un cínico sin escrúpulos que oculta las razones de lo sucedido para ganar tiempo y echar el mochuelo al primero con ideología de derechas que se le ocurra. Hay que estar preparado para que vuelva a aparecer Franco en liza, o bien Fraga o Aznar o el mismísimo Rajoy, que si por algo se caracterizó fue por no hacer nada.

En estos días en los que aflora el «cuñadismo», con tertulianos televisivos, familiares o compañeros de trabajo que ahora son expertos también en apagones eléctricos, lo más sensato ha venido de la mano de Mañueco. Me parece que la mejor manera de afrontar una crisis de estas características es hacerlo con calma, porque solo de esa manera puedes tranquilizar a la ciudadanía. Tuvo en su mano cargar al Gobierno con el marrón de afrontar el fundido de Castilla y León, como hicieron otras comunidades autónomas, y sin embargo optó por dejar a un lado las diferencias políticas y remar en una sola dirección. Ya vendrá a partir de ahora, una vez solventado el problema, el momento de pedir responsabilidades a Moncloa o a quien corresponda. Lo primero es lo primero.

Más allá de que los semáforos no funcionen durante unas horas, de que algunos negocios hayan visto como un día han perdido dinero o del susto que se han llevado las personas que se hayan quedado atrapadas en un ascensor, el verdadero problema es la imagen de país de pandereta que transmitimos después de lo que ha pasado. Tranquiliza poco a los inversores que un país pueda tener un cero eléctrico y que nadie sepa qué ha ocurrido. Si una empresa tiene dudas sobre si apostar por España como centro operativo para su expansión es lo correcto, con ridículos como el del lunes quedan disipadas. Tenemos un clima envidiable y una buena situación estratégica, pero somos un auténtico meme de país en manos de un Gobierno que compra voluntades a cambio de repartir miseria y pobreza en cheques nominales. Con este panorama, ¿quién en su sano juicio va a invertir millonadas en España?, ¿quién se va a fiar de un gabinete de crisis que no dice la verdad ni al médico?

Pero como en todo desastre, en este también hay que sacar lo positivo. Mirando con perspectiva lo ocurrido llama la atención la manera de afrontar el problema de las nuevas generaciones, de la gente joven. Quizás ellos, que son los que nunca han visto una vela encendida en casa porque nunca se han encontrado con un corte de luz, deberían haberse extrañado más que los que ya hemos dado la vuelta al jamón. Sin embargo, parece que han aprendido a relativizar los problemas. Ya nos dieron una lección con la gestión del covid y de la pandemia y lo han vuelto a hacer con el desastre del apagón masivo. O eso, o que realmente se la sopla todo cuanto ocurra en el país y el futuro que les espera. Confiemos en que sea lo primero, por su bien... y por nuestras pensiones.

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