¿Esto es el progreso?

Cuando todavía no hay una explicación real al apagón ocurrido hace ya diez días que dejó a España como el hazmerreír de Europa, nos encontramos con que el robo de cobre en una línea de tren deja a cientos de familias españolas tiradas en los trenes sin comida, sin bebida y con algún bebé sin poder tomar el biberón al no haber agua caliente. Dos ridículos en apenas una semana que dan que pensar, que nos hacen plantearnos si este es el país que nos merecemos y que sigue avanzando y que nos hace preguntarnos si esta es la España progresista que queremos.

En Moncloa se buscan explicaciones a lo sucedido con la luz, y culpables por lo ocurrido con las eléctricas ya en el ojo del huracán, pero del esperpento en los trenes no dicen una sola palabra. El ministro Puente, que tanto se queja de los deditos para abajo, se merece uno de buen grosor. Si en un país civilizado, que presume de que su alta velocidad está a la vanguardia, unos ladronzuelos son capaces de preparar semejante caos nos lleva irremediablemente a plantearnos si vivimos en una república bananera o estamos encaminados a conseguirlo.

Cuando los ministros se afanan constantemente en explicarnos las bonanzas de sus políticas económicas nos tratan por imbéciles. La «macro» puede ir como un tiro, pero a la hora de la verdad el retroceso en este país es un hecho. Solo hay que ver cómo subsisten miles de familias salmantinas, que pasan las de Caín para llegar a fin de mes, o como los jóvenes que consiguen una hipotética con unos auténticos privilegiados porque la mayor parte de ellos ni siquiera pueden permitirse vivir de alquiler. Lo peor de esto es que ni para las familias ni para las nuevas generaciones se atisba un futuro mejor en el horizonte. Tampoco creo que otro Gobierno sea capaz de recomponer en poco tiempo el desaguisado actual. A la vista de lo ocurrido en media España no está Vox para dar estabilidad a un Ejecutivo cuando no son capaces de dar estabilidad a los reinos de taifas que son las comunidades autónomas. Lo primero es ordenar la casa propia.

Tampoco habla bien de un país que quiere situarse como referente mundial que sea incapaz de llevar a cabo un reparto de menores inmigrantes. Convertir a estos chicos en arma política es de una desvergüenza mayúscula. Se trata de un problema global y como tal debe ser abordado, no puede ser que dos comunidades autónomas se quiten de en medio y endosen el «marrón» al resto con el visto bueno de un Gobierno al que tienen pillado por los cataplines. Independentistas y secesionistas vascos y catalanes vuelven a chantajear al Gobierno y nos parece normal. Es decir, los jóvenes inmigrantes que tan mal lo pasan nos importan un bledo.

La gobiernos que tantas veces deriva que ha tomado España tiene muy mala pinta. Cada vez recuerda más a algunos países del sur de América. Este tipo de gobiernos que tantas veces hemos criticados son los que estamos sosteniendo con nuestros votos. Nos empobrecen, nos hacen tener necesidades básicas, se erigen como salvadores, mendigamos ayudas, nos dan una miseria en forma de subvención y todos en masa les apoyamos en las urnas. Nos han lavado el cerebro.

Esta caótica situación parece insalvable. La legislatura acabará porque Sánchez es «un máquina» de la ingeniería política. Siempre le dan los números, y si ve que se le empiezan a poner las cosas crudas se dirige a Tezanos, resucita a Franco y enerva a la extrema derecha, eso moviliza a su gente y ya está todo arreglado. Como presidente del Gobierno será lamentable, pero como estratega político es el número uno. Quieran verlo o no.