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Puente no se para con tal de agradar y lavar la imagen de su jefe porque gracias al trabajo de peón bien mandado es por lo que está a la derecha o a la izquierda de Sánchez. Pero esta vez ha picado en hueso. Ahora es el hombre de los trabajos sucios, el que se mueve en las cloacas, aunque se olvida que los bajos fondos del sanchismo quien mejor los conoce es el exfontanero Ábalos.
En esa labor oscura se enmarca la auditoria que le ha hecho a su antiguo compañero y jefe de filas en el Partido Sanchista José Luis Ábalos, una auditoria que implica directamente al antiguo ministro del transporte en el caso Koldo, ya que duplicó un pedido de mascarillas de cuatro a ocho millones en apenas media hora tras recibir una advertencia de la empresa proveedora.
¿Cuál ha sido la reacción de Ábalos?, pues pedir que se audite también el contrato de mascarillas que el actual ministro firmaba como alcalde de Valladolid al amigo que le invitó al yate en el verano de la pandemia.
El asunto tiene mala pinta. Se sabe el comienzo, pero no cómo acabará. No creo que quede en un ataque entre los dos tunantes del PSOE, aunque ahora Ábalos se haya desmarcado por completo e incluso amague con romper la disciplina de voto.
Ábalos es peligroso porque tiene poco o muy poco que perder ya y si Pedro no interviene puede tirar de la manta porque conoce los secretos más oscuros de la actual etapa del PSOE. Fue el «machaca» más activo cuando echaron a Pedro Sánchez del PSOE, cuando intentaron dar un golpe con urnas escondidas detrás de las cortinas de Ferraz o cuando regresó después de una campaña de primarias exhibiendo una imagen de Sánchez impostada de una humildad que brilla por su ausencia. En principio tiene mala pinta, pero antes de que nos enteremos de las corruptelas compartidas, comprarán el silencio de Ábalos.
Está bien que el ministro Puente audite los tejemanejes del círculo próximo a Koldo, ya imputado por el oscuro asunto de las mascarillas, pero también podría abandonar un poco las redes sociales y dedicarse a poner orden en las infraestructuras, las ferroviarias y las autovías, que están como si viviéramos en un país tercermundista.
No sirve buscar siempre un culpable al que señalar cuando los trenes se paran en mitad de la nada, cuando los retrasos se acumulan en Chamartín o cuando tienes que buscar alternativas para llegar al trabajo porque los cercanías, que eran la envidia, no funcionan día sí y día también. Por no hablar del muy deficiente mantenimiento de las autovías, que se ha puesto de manifiesto fundamentalmente este verano.
El ministro de Valladolid ha solucionado la cuarta frecuencia que reclamaba Salamanca para los días de diario, pero se olvida de la necesidad que hay de darle una oferta más amplia a los turistas que quieren venir el fin de semana. Por cierto, sigue sin explicar por qué permanece bloqueada la adquisición de billetes con el abono trimestral a partir de octubre y qué razones tiene para no vender ningún billete, ni para trenes lentos ni rápidos, en la semana del Pilar.
Entiendo que las múltiples tareas impropias del ministro le quitan mucho tiempo, pero a veces tengo la sensación de que su contrastado sectarismo y centralismo pucelano tienen mucho que ver en las cada vez más deficientes infraestructuras de Salamanca.
Puente es un maestro de los bajos fondos, pero tiene poco interés en pisar tierra y ver cómo están los trenes o las autovías, sobre todo en Salamanca.
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