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Si no fuera porque el calor nos iguala a todos, pensaría que vivimos en mundos diferentes.
A primera hora de la mañana, cuando dedico un rato a esa reflexión donde ordenas tu día, pensaba en lo que es la vida para cada individuo. Es verdad que hay muchos mundos pero… todos están en este. En esta semana una de las noticias, no políticas, más reproducidas en todos los medios de comunicación, ha sido los conciertos de Taylor Swift (13 de diciembre de 1989). Esta cantante, compositora, productora discográfica, directora, actriz y empresaria estadounidense que ha vendido más de 50 millones de álbumes y tiene en su haber 150 millones de descargas digitales de sus sencillos, amén de premios, records,… está revolucionado a una sociedad compleja. En un mundo donde movilizar al personal es una tarea ardua y difícil, ella lo consigue. Dicen que son precisamente sus letras, en gran parte autobiográficas y basadas en experiencias vitales, lo que hace que empatice y conecte tanto con la gente. Si a ello le unimos que toca muchos palos musicales country, pop, indie,… y en todos triunfa, pues blanco y en botella. Si a ello le unimos un perfil amable de chica corriente americana, se convierte en el objetivo posible de ser alcanzado. Mezcla maravillosamente ese «algo de lo de siempre» con algo del momento actual, con lo que consigue estar de continuo en el candelero. Poseer el don de la oportunidad en la opinión y la acción, crea un cóctel perfecto que funciona a las mil maravillas.
Pero, ¿por qué esta mujer es un fenómeno que va más allá de lo musical y llega a lo social? ¿Por qué tiene tanta capacidad de movilización y seguimiento? Parece ser que por la inteligencia honesta de ciertas decisiones que no son estrictamente artísticas y que van desde el reparto de beneficios en sus giras con cada uno de sus empleados, hasta el criterio de reedición de su propia música. Tampoco podría faltar su activismo en materia de género y cierto posicionamiento social que completan un perfil bien dibujado y potenciado por unas redes que entiende bien y maneja a la perfección. Todo ello confluye en una imagen personal y artística que emana sinceridad, compromiso, adaptabilidad y como buena artista de pop, frescura y belleza. Swift se mide con su tiempo y toma posturas interesantes que tradicionalmente eluden los iconos del pop. Rupturas y nuevos compromisos que maciza de belleza, independientemente de que algunos consideren algo o mucho de «pasteleo», pero que le funciona perfectamente.
Este ojo que observa ve en este fenómeno una trasposición de los Beatles, pero seguido por miles de mujeres como referencia e influencia de status, algo muy diferente de lo que movía a las seguidoras de hombres. Aquí hay seguidoras de una mujer… y esto a veces se digiere mal.
Ella va más allá de lo musical. Es más icono y referente del empoderamiento de la mujer en el XXI, que ha decidido ir a por todas.
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