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Nos hemos olvidado del esfuerzo y nos han acostumbrado a vivir de la subvención.
A este ojo que observa le choca muchísimo cómo en poco tiempo nos hemos acostumbrado todos a la mamandurria. Nos quejamos de nuestros políticos de cómo se acomodan a los sillones y a las prebendas del cargo o del puesto, pero poco nos diferenciamos de ellos el resto de la población, que damos la bienvenida a cualquier tipo de subvención si con ello nos ahorramos un céntimo, céntimo que a nuestros bolsillos poco hacen, pero que en el monto común, suponen millones de euros para el Estado, que por cierto, está más tieso que la mojama. No nos damos cuenta que los servicios hay que pagarlos porque cuestan mucho y además soy de la opinión de que todo lo que se regala, no se valora o se desprecia o se critica. No puedo entender cómo una sociedad subvenciona el transporte, toda la vida el que tenía que ir a algún sitio se lo pagaba y si no podía pues… a otra cosa. Y mientras tanto se quitan ayudas para dependientes o se mal paga a los médicos de familia o se retira dinero a la sanidad o a la investigación o a la educación…millones de cosas que revierten en todos y no en unos pocos.
Salir porque sí o por incentivar el gasto o por hacer turismo…yo me tiré muchos años sin salir de mi entorno más próximo y no he salido ni tarada ni acomplejada ni nada de nada. Ahora el que no sale y no va y no viene y no come en restaurante y no va a la playa, ni a París, ni a Berlín, ni a la Conchinchina…parece que es un matado y que no sube nada a las horribles y detestables redes sociales.
Hay un dicho popular que dice «de abajo a arriba se va muy bien, pero de arriba a abajo se va fatal» ahí estamos, haciendo una sociedad que se ha acostumbrado a «lo quiero… lo tengo» sin pensar en cómo adquirirlo o si puedo o si es para mí.
El problema es que, según los expertos, la insatisfacción es el caballo de batalla de las enfermedades mentales y esa insatisfacción nos la produce el NO: No puedo ir, no puedo tener, no me lo dan…conclusión, me deprimo y entro en una depresión que me produce mi insatisfacción. En mi casa, como en casi todas las de mi generación, lo normal era NO. Les vuelvo a repetir, no me traumó nada.
El mínimo vital porque sí…pues no. Creo que el Estado debe ayudar pero a cambio de algo. Usted recibe y si no es enfermo…haga algo para todos. También me educaron en el «quid pro quo» tú me das, yo te doy.
Lo curioso es que esta sociedad de subvención se está aplicando a la educación de los niños, hay que darles todo a cambio de nada. Luego ¡bájalos tú de la burra!
No creo que todo sea lícito por hacer clientelismo ya sea político, filial o sentimental. Una sociedad que se educa en tener de todo porque yo me lo merezco sin haber hecho los méritos o porque sencillamente ya se me dio una vez porque sí… es un error de tal calibre que, tarde o temprano, vamos a pagarlo muy muy caro, si ya no lo estamos pagando, pues nos estamos asentando en la tiranía del tengo derecho y ni una sola obligación.
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