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Ya hemos pasado la santa semana de la Semana Santa con más pena que gloria y, en remojo de lluvia y lágrimas, hemos quemado el incienso y derretido toda la cera. El corazón cofrade se ha visto encogido por la adversa climatología, el turismo se ha visto obligado a estar mucho tiempo bajo techo y todos en general hemos vivido unos días muy gallegos. A pesar de los pesares nos ha venido bien este paréntesis semanasantero, para unos más que para otros. Con las pilas cargadas volvemos al calvario diario, dispuestos a resucitar en el esfuerzo de la vida cotidiana, siempre y cuando nos lo permitan quienes gobiernan las naciones de la tierra. Nos hubiera gustado una Semana Santa más florida y no tan lluviosa y ventosa, pero Dios, que sabe más que todos nosotros juntos, nos ha regalado un tiempo para la reflexión y el encuentro con Él y con nosotros mismos bajo el paraguas de nuestra propia Fe. En mi modesta opinión, y en contra de la de muchos, creo que o giramos la cabeza y el corazón o estamos abocados a dos Semanas Santas paralelas, la del turismo y la de la Fe. De momento compatibles, no lo discuto, pero visto lo visto uno no solo intuye, sino que también ve relucir los intereses de todo tipo que caen sobre las imágenes y las cofradías. No tengo nada en contra, pero no creo que sea adecuado mezclar churras con merinas, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. ¿Queremos una puesta en escena para el turismo? Adelante con los faroles. ¿Queremos algo más? Pongamos los medios a nuestro alcance: reflexión, formación, compromiso y coherencia, ... y sobre todo tengamos claro dónde estamos y para qué procesionamos. No podemos destrozar la Fe de los humildes y sencillos, aunque la expresen sólo bajo o entorno a su imagen, es la suya y para ellos la más hermosa, la más grande y, por supuesto, la más querida. Es «la Fe de mis mayores», y le debemos respeto por lo menos. Demos pues continuidad a esa Fe manteniéndola viva en la sencillez y en la autenticidad de nuestra Castilla y de nuestra Salamanca, y al que le guste bendito sea y a quien no, que le eche azúcar. Los experimentos con gaseosa. Ya sé que hay que ser innovadores y adaptarnos a los tiempos, no lo discuto, todo lo contrario. Ahora bien, ¿se imaginan a un santo con dos pistolas? Pues no hace falta imaginarlo, la Semana Santa salmantina nos ofrece imágenes, y no me refiero a las que procesionan, que son de juzgado de guardia o de película de terror, pero doctores tiene la santa madre Iglesia que a buen seguro sabrán poner los puntos sobre las íes. Dicen por esta tierra que «es mejor una vez colorado que ciento amarillo», así que manos a la obra y a quien corresponda que asuma su responsabilidad. Los demás pongamos de nuestra parte todo lo que podamos. Volvamos al baile de la vida conscientes de lo mucho y muy bueno que hay en cada uno de nosotros, pongámoslo en valor y saldremos ganando todos. Felices Pascuas de Resurrección.
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