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RENGLONES TORCIDOS

La noche oscura

Ante situaciones como la que estamos viviendo, todos perdemos y todos sufrimos salvo quienes necesitan carnaza

Lunes, 21 de agosto 2023, 05:30

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Llegó con la esperanza de un nuevo amanecer, ilusionando a la concurrencia clerical y al pueblo de Dios en general. A las almas de Dios en Ciudad Rodrigo y Salamanca, un rebaño dormido y mortecino, necesitado de frescura Evangélica. No eran ni son pocas las expectativas generadas, deseosos y cuasi ansiosos de respuestas a preguntas nunca contestadas, de compromisos nunca cumplidos, de una humanidad cercana y entrañable que se había disipado… Mas la realidad se impone y, cuando las Diócesis intentan sacar cabeza y reflotar la barca de Pedro medio hundida, en medio de la noche la oscuridad hace la noche más noche. Los actores hacen mutis por el foro mientras le desean «mucha mierda» al actor principal y director de obra, que es a su vez director de orquesta y encargado de subir y bajar el telón. Entre bambalinas se oye el susurro de deseos inconfesables, comentarios a modo de chismes que lejos de esclarecer e iluminar ciegan y desconciertan al respetable. Tarea ardua y difícil la que le ha tocado en suerte a nuestro Obispo y Pastor, quizá heredada en parte y fruto del pecado de omisión de sus predecesores. Tarea digna del mejor malabarista que ha de columpiarse al mismo tiempo en la cuerda floja de la duda y la incomprensión cada vez que tome una decisión, haciendo una especie de triple mortal sin red. Eso sí, con la confianza de que sí, humanamente hablando, no hay nadie para cogerle y evitar la caída, tiene al menos la plena confianza en el Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en piedad. Ese Dios que nos ama y perdona incondicionalmente, dueño y señor de nuestras vidas. Ahora bien, no estaría de más encender todos los focos para ver con claridad el espectáculo. Ya sé que el misterio está muy presente en el seno de la Iglesia pero en este caso luz y taquígrafos Monseñor, por favor y por el bien de todos. Para que no haya vencedores ni vencidos, si no autenticidad en la toma de decisiones, así como claridad y transparencia, generando esa confianza y credibilidad que tanta falta hace en la Iglesia de hoy. De entrada y de salida, ante situaciones como la que estamos viviendo, todos perdemos y todos sufrimos salvo quienes necesitan carnaza y se regodean en las miserias ajenas para alimentar su morbo y creerse superiores, archipuros y policastos. Inconscientes de que todos tenemos los pies de barro y que la fragilidad humana es más grande de lo que podemos imaginar, como muy bien plantea nuestro obispo en la carta que dirige a toda la comunidad creyente. No cabe justificación alguna ante cualquier tipo de acto que genere dolor y sufrimiento, pero menos cabe engordar dicho dolor y sufrimiento. No es hora de hacer leña del árbol caído, más bien es una nueva llamada de atención para profundizar y plantearnos seria y serenamente estilos y maneras de vida dentro del Pueblo de Dios. Preguntarnos entre otras cosas cómo vivimos y cómo somos acompañados en el día a día y hasta dónde estamos dispuestos a dejarnos acompañar. A Dios rogando y con el mazo dando.

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