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El dramaturgo Pedro Calderón de la Barca allá por el siglo XVII, en su auto sacramental «El gran teatro del mundo», nos deja claro que en aquel tiempo, como en todos los tiempos, el teatro no pasa de moda. Orquestar el mundo como una gran obra de teatro, donde cada uno desempeñamos nuestro papel, no es ninguna genialidad, es el diagnóstico de una realidad. Así nos luce el pelo, a unos más que a otros, no lo digo precisamente por la cabellera que cada uno podamos gastar, la mía no es precisamente frondosa, ahora bien, que no me esperen para ningún tipo de trasplante. Hemos de saber convivir con lo que la madre naturaleza nos agracie o nos desgracie, lástima que cada vez nos cueste más entenderlo y asumirlo. Quizá esa incapacidad para asumir, aceptar y comprender la realidad sea uno de los motivos por los que aumente el número de tontos y tontas sobre la faz de la tierra. No se trata de ser conformistas por naturaleza ni tampoco imbéciles por exigencia del guión. Un guión elaborado por quienes tienen que defender y poner en valor sus intereses particulares caiga quien caiga y sufra quien sufra. Intereses de unos desalmados egoístas cuyo afán es su propio ego y el placer de recrearse en un narcisismo infinito, propio de quienes son incapaces de llevarse bien ni consigo mismo. Uno se asoma a los ventanales de uno de los lugares más feos de nuestra preciosa ciudad y contempla esta Salamanca nuestra en todo su esplendor. El lugar en el que me encuentro podríase decir que es feo con avaricia, pero las vistas de nuestra ciudad que desde aquí de divisan tentarían al mismísimo Señor. Y contemplando, uno ve el esplendor y el resplandor de la luz de nuestra tierna, dulce y maleable piedra de Villamayor: las Catedrales, San Esteban, la Clerecía, la Casa Lis, el Puente Romano ... y uno se pregunta ¿será todo apariencia? ¿será todo fachada? ¿será verdad que muchos comen cebolla y eructan jamón? Uno vuelve a la realidad y aterriza en la Plaza de San Pedro en el Vaticano donde un León rugiente aparece en escena. Tras él, muchos de los que criticaron y denostaron al Papa Francisco al que luego aplaudieron hasta echar humo, ahora y antes de que León XIV abra la boca ya le están poniendo de vuelta y media, esto es un auténtico tinglado. Los del estercolero de los barrios con migrantes, ahora quieren manchar de estiércol la impecable sotana blanca del que fue misionero, obispo, cardenal, agustino y sobre todo el humano Rober Francis Prevost. Tal vez algunos tengan miedo a que la capacidad y la caridad del nuevo Pedro ponga en peligro su tinglado, es decir, todos los enredos, embrollos, marañas y demás líos propios de quienes no saben o no quieren vivir de otra manera. No podemos continuar manteniendo el tinglado de la mentira, el engaño y la manipulación para beneficio de unos pocos en detrimento de los demás. León XIV aún no abrió la boca y ya se la quieren cerrar. Dejémonos de tinglados y por el bien de todos «In illo uno unum».
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