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No puedo por menos de meterme en la charca de la JMJ, sobre todo porque «el que quiera peces que se ...». Creo que es justo y necesario mojarse o, mejor dicho, mojarnos y no precisamente por pillar peces sino porque la Iglesia hoy tiene que decir algo y algo que decir. No es tiempo de guardar silencio pero tampoco de hablar por hablar, con una verborrea que suena a hueco y, mucho me temo, que muchas veces se quede en agua de borrajas. Me encanta la iniciativa, que miles de jóvenes y no tan jóvenes se movilicen en torno a la figura del papa, tan controvertido y signo de contradicción y discrepancia para muchos dentro y fuera de la Iglesia.
Cierto que su Santidad da mucho juego, como buen argentino y jesuita. Pero no he visto yo muchos goles, me temo que le falla el equipo. No son pocos los que corren por la banda y los que calientan banquillo, ahora bien, en el terreno de juego tampoco se suda mucho la camiseta y no son pocas las veces en las que estamos fuera de juego. Eso sin contar con los que echan balones fuera.
En fin, que todos los creyentes estamos en el mismo equipo y no podemos competir entre nosotros ¡cuánto nos cuesta entenderlo! Simplemente y sencillamente hemos de tomar conciencia de dónde nos toca situarnos en el campo, dónde podemos aportar más. Claro que cada uno habla de la feria según le va en ella. Me ha llamado la atención la participación de tantos jóvenes y no tan jóvenes, pero me entran dudas sobre la implicación, que son cosas distintas y, aunque sobre el papel terminen igual, en la realidad no es así.
Tan sólo trato de que reflexionemos sobre el sentido que muchas veces damos a lo que vivimos. Jóvenes de todo el mundo ¿haciendo turismo de bajo coste, aunque un tanto incómodo?
¿Jóvenes viviendo una experiencia de fe? ¿Jóvenes comprometidos con el Evangelio dando testimonio de su compromiso? Ojalá tras este encuentro brote savia nueva en el Pueblo de Dios, hombres y mujeres dispuestos a situarse a pie de obra para construir un mundo de respeto, de tolerancia, de escucha, de comprensión, de diálogo. Donde lo vivido, sentido y compartido junto a Francisco nos lleve a vivir, sentir y compartir junto a Jesús de Nazaret, teniendo como libro de cabecera el Evangelio. Teniendo claro el compromiso con el lema de esta jornada: «María se levantó y partió sin demora», dispuestos a darlo todo por Dios, dándolo todo por los demás. Supongo que se sacarán muchas conclusiones y entre todas ellas espero que nos quede claro que no es cuestión de cantidad si no de autenticidad.
Que no se trata de llenar explanadas, estadios, catedrales e iglesias sino de vivir el Evangelio de aquel que «pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal». Tampoco se trata de ir a cantar cánticos totalmente fuera de lugar, o proferir eslóganes políticos que nada tiene que ver con el fin de la JMJ. El estado de confusión mental generalizado desvirtúa todo lo que podamos imaginar, no caigamos en la tentación. Y guste o no, este Papa también es hijo del Espíritu Santo.
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