Borrar

Huele a humo

Se nos ha activado el espíritu y la sangre, hasta puede que toda esta movida nos sirva para plantearnos dónde estamos

Lunes, 26 de mayo 2025, 05:30

Hace unos días, en un viaje relámpago a mi Galicia natal, de esos de la ida por la vuelta, pude comprobar desgraciadamente, que olía a humo y, como todos sabemos, dónde hay humo hay fuego ¿o no? Creo que a veces sí y a veces no, pero lo más seguro es que quién sabe. Así nos luce el pelo en este día a día cargado de duda, confusión, engaño, mentira, manipulación... y añadan todo lo que se les ocurra. Huele a humo el lenguaje político, pero tampoco se libran los demás ámbitos en los que nos movemos, existimos y coexistimos. En estos días ha olido a humo y cenizas Alba de Tormes, menos mal que el olor de santidad de la bendita Teresa se mantendrá por encima de todos los dimes y diretes habidos y por haber. Y más allá de la humareda provocada que nos ha hecho llorar, a unos de emoción y a otros de tristeza, la vida continúa. Unos han disfrutado del morbo y otros han acrecentado su Fe o su devoción, según dicen. A mí no me gustaría ver a mi madre así, para mí también era una santa. Sea como sea, se nos ha activado el espíritu y la sangre, hasta puede que esta movida nos sirva para plantearnos dónde estamos y hacia dónde queremos caminar como Iglesia, como Pueblo de Dios o, simplemente, como personas con principios, valores y sentimientos.

Pero lo que parece preocupante es en qué medida todos y cada uno olemos a humo o estamos quemados. Desde aquí, hoy mi pensamiento pone su mirada en el mundo de las ONGs, que cada vez muchas se convierten un poco más en empresas sociales de bajo coste o en chiringuitos supuestamente solidarios, siendo muchos una simple tapadera para generar fuentes de ingresos, y en algunos casos, incluso de riqueza a costa de la pobreza y la miseria de muchos. Es inviable un mundo donde los pobres generen ganancia, es inviable un mundo donde los sin escrúpulos y los canallas de la peor calaña se aprovechen de los descartados de la sociedad para enriquecerse a costa de subvenciones o, lo que es peor, a costa del dolor y el sufrimiento de quien se agarra a un clavo ardiendo para salir adelante.

Desalmados que exprimen la miseria ajena para sacar todo el jugo posible y crecer a costa no del sudor de su frente sino del sudor del de enfrente. No se puede profesionalizar el amor al prójimo, no se puede profesionalizar la solidaridad, no se puede profesionalizar la donación y, mucho menos, el encuentro con el otro. Alguien me dijo hace poco: «me voy de vacaciones a África con una ONG», muy distinto de irse en vacaciones a África para apoyar a una ONG, me temo que algo estamos haciendo mal. Entre otras cosas normalizar lo que no es ni medio normal, como privatizar las relaciones entre las personas y las ayudas de las distintas entidades solidarias. No son pocas las personas que entienden, yo lo intento, que se pueden hacer cosas a fondo perdido y que hay realidades donde es necesario actuar aunque no se lo merezcan, pero que sabemos que realmente lo necesitan. Dónde hay humo tiene que haber fuego, una ONG es una ONG. Quizá sea hora de hacer una reforma como hizo Santa Teresa.

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca Huele a humo