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Ya está asomando el morrillo el verano, las temperaturas de los últimos días parecen querer anticiparlo y todos tan contentos. Hemos tenido lluvias más que suficientes y por San Isidro los agricultores, al contrario que otros años, pedían sol. Los agricultores piden mucho, casi como los curas, pero esta vez no les falta razón. A pesar de que estamos a poco menos de una docena de días para que comience la ansiada estación veraniega y vacacional, el tufo semana santero se respira en algunos ambientes, y no es precisamente por los capirotes y cirios. Bueno los cirios sí, pues no acaban algunas cofradías de pillarle el punto al amor fraterno y se enzarzan, sino los cofrades sí quienes intentan organizar, en verdaderos cirios que no son muy pascuales.
Sea como fuere, no estaría mal un poco de cordura, sentido común y amor cristiano por encima de todo. No son pocos los que quieren Semana Santa al puro estilo andaluz, tarea ardua y difícil de conjugar con el carácter castellano. No se trata de competir sino de hacer equipo, cada uno con sus formas y estilos, para poner en la calle una expresión de Fe y no sólo para mover turismo, aunque bien es verdad que será este, el turismo y no aquella, la Fe, quien mantenga en el tiempo la Semana Santa en nuestras calles y plazas, aún a riesgo de convertirla en la menos santa de todas las semanas.
Eso sí, ojalá que quien quiera copiar traiga del sur también los compromisos que las hermandades mantienen a lo largo del año: la formación, la acción social y solidaria, las celebraciones y encuentros, los espacios de oración... Ánimo, que se nos pasa el verano y continuamos en Semana Santa. Claro que visto lo visto no me extrañaría nada, vivimos en esta gran paellera llamada España y en este tiempo tan propicio para la paella, que ya hemos comido alguna gracias a la generosidad de algunos pueblos y de quien las prepara, nuestro querido Gabriel entre otros. Uno piensa que en este país estamos preparando, todos juntos y cada uno a su manera, una paella descomunal a la par que incomestible. Al paso que vamos, no es que se nos pase el arroz: es que se nos va a indigestar. La paella es paella y el arroz a la zamorana es arroz a la zamorana, cada cosa en su sitio y con los ingredientes propios del lugar. Últimamente no calculamos las cantidades, se nos va la mano con el buenismo, andamos sobrados de populismo, escasos de exigencia y compromiso, de honestidad mejor no hablar.
Si a esto le añadimos la preocupación por la escasez de votos para mantenernos en la poltrona o para llegar a ella, junto con un puñado de incertidumbre y miedo a perder el puesto, sea cual sea, ya ni te cuento. Todo eso aderezado con una paguita que me motiva a seguir en el sofá haciendo zapping, confiando en la buena fe y el esfuerzo de todos esos curritos que no saben vivir del cuento. La paella está servida ¿realmente estamos cómodos? Es verdad que hay escasez de profesionales, faltan cocineros y sobran cocinillas, en la política también. Aun así, en esta paellera estamos todos, buen provecho. Si es que tanto programa culinario hace mucho daño.
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