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Cuando uno se para y piensa, cuando uno echa el freno de mano y hace un alto en el camino para reflexionar, toma conciencia de que el eslabón perdido entre el mono y el hombre es un eslabón muy pequeño. Hemos sido monos demasiado tiempo y la evolución humana no deja de ser un minúsculo trayecto recorrido. Tal vez por eso el mono que todos llevamos dentro aflora con relativa facilidad, eso sí, a unos más que a otros. Uno se pregunta si no deberíamos volver a caminar a cuatro patas vista la forma de relacionarnos o de no relacionarnos que tenemos los humanos.
No hay que ser Albert Einstein para tomar conciencia de la inconsciencia que nos domina, de la incapacidad para poner en verdadero valor lo que realmente somos, personas. Ciertamente, desde una mirada pesimista propia de malos agoreros, el diagnóstico es malo y el pronóstico reservado para el futuro de la humanidad. Ahora bien ¿realmente es tan grande nuestra incapacidad para abrir nuestra mente y nuestro corazón? Parece ser que así es, basta ver la denostada figura del santo padre el papa Francisco, más de uno rezaba fervorosamente y con verdadera unción pidiendo el fin de sus días y ahora ya es santificado, al menos aparentemente, por todos. Ese hombre trató de abrazar con misericordia a toda la humanidad, sin excluir a nadie porque en la Iglesia que él creía «caben todos, todos, todos». Ahora bien ¿quién más está dispuesto a que así sea? No parece que todo el mundo esté por la labor, independientemente de creencias o no creencias. Parece que en el planeta Tierra no hay sitio para los descartados que, dicho sea de paso, cada día hay más. No solamente en los barrios obreros y marginales como algunos se creen o al menos así lo plantean.
El descarte va más allá de la pobreza y la miseria, aunque cada día tengo más duda de quienes son o somos más pobres y más miserables. Los pobres que padecen la pobreza o quienes la provocamos con actitudes y políticas injustas, donde se genera una desigualdad cada vez mayor.
Ciertamente, cuando alguien dice que los «inmigrantes han convertido barrios en estercoleros», uno se pregunta si realmente somos conscientes de que la cadena siempre rompe por el eslabón más débil. Es fácil denunciar y criticar la mala gestión de quienes dirigen y organizan, pero cargando contra quienes son las víctimas de esa mala gestión. Aquellos que sin comerlo ni beberlo y, nunca mejor dicho, porque es precisamente su estado de precariedad el que les motiva, más bien obliga, a emprender una aventura que les puede costar la vida. Por estercolero se entiende «el lugar donde se acumula el estiércol» y por estiércol «el excremento de cualquier animal». Me niego a considerar mierda, excremento, boñiga, caca, cagajón, cagarruta, ... a ningún ser humano por muy descartado que esté. Estamos todos en el mismo terreno de juego y jugamos la misma partida, cada carta tiene valor propio y su razón de ser. No podemos convertir el mundo en un estercolero donde cabe todo menos las personas.
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