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La noche no ha sido de cuentos sino de sueños e ilusiones, para niños y mayores, para todos aquellos que creemos y queremos mantener viva la magia de la Navidad y, por supuesto, de los Reyes Magos, sin necesidad de entrar en discusión con el bueno de Papa Noel a quien hemos de dar su espacio, sin perder por ello la grandeza y la tradición de Sus Majestades. No entremos tampoco a discutir sobre las anticipadas cabalgatas por la climatología, hemos llegado a un punto donde mezclar churras con merinas es marca de la casa. No hace falta más que recordar el amago de procesión de Semana Santa el domingo pasado, en plena Navidad, que recorrió nuestras calles para dar comienzo al Año Jubilar de la Esperanza. Verdaderamente si lo que se pretendía era llamar la atención, el objetivo se logró con creces. En fin, por aclarar, el título de esta columna es un guiño al admirado y controvertido Alberto Estella que, allá por diciembre de 2009, escribía una columna titulada «el cuento del lejano Oeste».
Él hacía alusión al «Plan del Oeste», a lo que él decía que «pudo haber sido y no fue». Yo no me voy tan lejos, yo me quedo en casa, en el cercano y tan cercano barrio del Oeste. Soy consciente de que los Reyes Magos no les devolverán los árboles que el viento no se llevó y que algún día sabremos el por qué, el para qué y el para quién de esa decisión. Como alguien me decía «el barrio del Oeste podrá ser más colorido pero más bonito nunca lo va a ser». Quiero creer, y creo, que todo puede mejorar y espero que esa sea la realidad futura de este barrio y de Salamanca entera. Un barrio como este es referente para muchos de aquí y de allá, guste o no a más de uno, y lo es por su actividad, por sus inquietudes, por sus ideas y planteamientos, no sólo por sus proyectos, sino también por sus acciones, de todo tipo: culturales, sociales, solidarias, integradoras, ... y siempre plurales y con cabida para todos. Soy consciente de que más de uno y de una no compartirá mi opinión, es muy fácil ser criticón y más difícil crítico, sobre todo si la crítica me hace pensar e incluso tomar conciencia de mi falta de compromiso y de respeto a las ideas y las acciones cuando no son mías.
El barrio del Oeste tiene vida y trata de generar vida, en el barrio del Oeste se intenta que esa vida sea más vida y mejor vida. Es un barrio que no puede caer en el olvido como ningún otro barrio, y no sólo es cuestión de dinero, que también. Como decía Estella en la columna de entonces: «el tema huele a puchero de enfermo», yo quiero pensar que no hay mala fe y sí buenas intenciones, que al final se disiparán todas las nieblas y el sol brillará cálido sobre nuestras frentes y en nuestros corazones. Aquí llevo la contraria a don Alberto que quería que las nieblas de diciembre amortajaran a más de uno, lo siento pero ya estamos demasiado agonizantes como para andar amortajando. Salamanca tiene que dejar de hiperventilar y subir el nivel de saturación de oxígeno en sangre, estoy harto de oír que Salamanca es una ciudad muy cainita.
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