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DE CALLE

Así nos roba Sánchez

Una vez más, el presidente usa el dinero de todos los españoles, salvo los catalanes, para mantenerse en el poder

Domingo, 7 de septiembre 2025, 06:00

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El Gobierno ha decidido condonar parte de la deuda autonómica y lo vende como un ejercicio de cohesión territorial y de alivio para las cuentas públicas. Pero lo que realmente tenemos delante no es un acto de solidaridad, sino un regalo descarado a Cataluña a cambio de los votos que Sánchez necesita para seguir agarrado a la silla de La Moncloa. Y como siempre, los que han hecho los deberes con austeridad y disciplina, como Castilla y León, acaban pagando el pato.

Los números no engañan. Cataluña se beneficiará de una condonación de unos 17.000 millones de euros, el equivalente a perdonar a cada catalán más de 2.280 euros de deuda. Castilla y León, en cambio, verá reducida su mochila en apenas 3.600 millones, lo que supone alrededor de 1.500 euros por habitante. La diferencia es clara: cada vecino de nuestra tierra recibe 587 euros menos de perdón que un ciudadano catalán. Y todo porque aquí no se derrochó a manos llenas, no se duplicaron administraciones ni se dedicaron fondos públicos a alimentar un proceso independentista que lleva más de una década sangrando las arcas comunes. En resumen: cuanto más irresponsable eres, más premio recibes.

La operación es, además, un insulto al sentido común. Castilla y León, que con recursos escasos ha sabido mantener sus cuentas con decoro y sin fuegos de artificio, se ve castigada. Y luego nos hablan de igualdad entre territorios y de solidaridad interregional. Una solidaridad que, por lo visto, consiste en que los salmantinos, abulenses y zamoranos pongan su granito de arena para que la Generalidad catalana pueda seguir pagando embajadas en el extranjero y campañas de propaganda separatista.

Esto es el pago de un chantaje político. Cataluña dispara su déficit año tras año, se financia en el FLA, se planta en Madrid con exigencias y el Gobierno de Sánchez, temblando ante la posibilidad de perder sus apoyos, concede la condonación como pago por el chantaje. Si mañana fueran los marcianos los que le garantizan la investidura, Moncloa estaría ya diseñando un plan de rescate para Marte.

El mensaje que se lanza es que da igual cómo gestiones, da igual si ajustas el gasto o si buscas eficiencia, porque al final será el Estado quien premie al manirroto y ningunee al austero. ¿Qué incentivo tendrá un gobierno regional para cuadrar las cuentas si sabe que tarde o temprano llegará papá Estado a pasar la escoba? Y lo peor es que la factura la pagaremos todos los ciudadanos, incluidos los de Castilla y León, que tendremos que soportar la injusticia de contribuir a tapar el agujero que otros cavaron a conciencia.

Sánchez regala dinero que no es suyo para comprar votos que necesita. Y mientras tanto, en Castilla y León seguimos escuchando que debemos apretarnos el cinturón, mantener los servicios públicos con presupuestos ajustados y mirar con lupa cada gasto. Aquí, en Salamanca, sabemos mucho de esfuerzo callado, de no gastar lo que no se tiene y de vivir con los pies en el suelo. Pero parece que esas virtudes, en vez de reconocerse, se penalizan.

Al final, lo que se está construyendo es un sistema perverso en el que el derroche es rentable y la prudencia es castigada. Y todo porque un presidente necesita seguir un día más en su sillón. Los charros lo tenemos claro: si este fuera un examen en la Plaza Mayor, Sánchez ya estaría suspenso, con la Catedral como testigo y los estudiantes abucheando desde los soportales. Y los socialistas de Salamanca, encantados. Como Page, ese traidor sanchista camuflado de crítico que ahora está encantado con el robo a todos los españoles.

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