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Algún día sabremos a qué responde la inquina del Gobierno de Pedro Sánchez y de sus excrecencias mediáticas contra el rector de la Universidad de Salamanca. O no, que diría Rajoy.
Me parece improbable que esa oposición entre anónima y cobardona que nunca ha aceptado el apabullante resultado de las elecciones al Rectorado tenga la fuerza suficiente como para arrastrar al Ministerio y a una parte de la prensa nacional en una campaña de acoso basada en un análisis acientífico, tirando a paleto, de las autocitas de Juan Manuel Corchado.
Quizás hayan identificado al rector con la derecha o el centro derecha, y eso no justificaría pero al menos haría comprensible la campaña. Sin embargo, tampoco hay hechos o signos que puedan alimentar el alineamiento de Corchado con ninguna formación política.
Lo cierto es que la ministra Diana Morant ha hecho el ridículo exigiendo una investigación sobre las publicaciones del rector que ha concluido en lo que cualquier científico con mediana preparación sabía de antemano: que no hay nada censurable por parte de Corchado y que las citas y autocitas están dentro de los parámetros de la normalidad académica.
La comisión de expertos que ha realizado el informe exigido por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidad va más allá. El grupo de expertos encabezados por el catedrático de la Universidad de León Salvador Rus no solo determina que «las citas que aparecen en los artículos científicos de Juan Manuel Corchado son coherentes y están bien fundamentadas» y el número de autocitas de los portales reconocidos en el mundo científico «están dentro de los parámetros aceptados por la comunidad científica», sino que también afea a los «críticos» que desde dentro de la Universidad han promovido la caza del rector por utilizar «herramientas bibliométricas» erróneas y que «no proporcionan información válida sobre el impacto real de un investigador».
En este asunto no ha habido ninguna irregularidad y sí mucha mala baba, mucha conspiración de cafetería y mucho correo anónimo con datos parciales y trucados.
A falta de rematar el proceso, no voy a decir que el prestigio de la Universidad haya salido incólume, porque algunos rasguños ha sufrido gracias a la conjunción de los enemigos internos, la prensa del régimen y el Ministerio, pero más daño han sufrido los autores del ataque, desacreditados por un informe externo e independiente.
Entonces, ¿a qué santo tanta inquina? Quizás sea una más de tantas muestras de odio a Salamanca por parte de este Gobierno vendido a los separatistas. Sánchez y sus ministros tienen a gala hacer todo el daño posible a esta provincia, más por omisión que por acción, más por olvido que por ensañamiento, aunque el caso de las autocitas demuestra su capacidad de tomar la iniciativa para hacer daño a Salamanca.
Lo habitual, como digo, es el ninguneo. Ahí tenemos el ejemplo del ministro de Transportes, que entre insulto e insulto en redes sociales saca tiempo para trazar planes donde se margina a Salamanca de manera sistemática. Lo último del vallisoletano Óscar Puente ha sido el anuncio de que el Gobierno sanchista apoyará al conexión ferroviaria de Lisboa y Madrid a través de Badajoz y no considera siquiera la alternativa de Salamanca que cuenta por el apoyo del lado portugués. A esta capital y provincia le reserva las migajas de las mercancías hacia Irún y eso sin plazos ni inversiones previstas. Pero no perdamos la esperanza. Algún día harán algo por Salamanca, aunque sea por error. O no.
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