Paro: maquillajes varios
Las cifras de desempleo del gobierno están sometidas a maquillajes varios y son más preocupantes que brillantes
La estadística siempre ha dado mucho de sí: es como un chicle que se estira a voluntad y crea globos vacíos que luego estallan como pompas de jabón. En cuestión de datos del paro nada es lo que parece y todo depende del color del cristal con que se mire. Y con este Gobierno de ilusionistas, magos de la manipulación y expertos en camuflaje, no hay que dar ni un dato por bueno, por muy objetivo que parezca.
Dice la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que las cifras de empleo de 2023 son muy chulis y todo el Ejecutivo sanchista ha lanzado las campanas al vuelo para celebrar la exuberancia del mercado laboral español, que estaría al mismo nivel que antes de la madre de todas las crisis de 2008.
Oficialmente, según la oficina/cocina de la ministra, el paro registrado en España descendió a 2,7 millones en diciembre, el nivel más bajo desde 2007, panorama que se completa con esos 20,8 millones de afiliados a la Seguridad Social, récord absoluto. En Salamanca también llegamos en diciembre a la plusmarca de ocupados, con más de 127.000, y poco más de 18.000 desempleados, la mejor cifra desde 2007.
Pese a ese idílico panorama pintado desde los aledaños de Moncloa, España sigue estando a la cabeza de la Unión Europea en paro, con el agravante de que la tasa de desempleo juvenil dobla la del continente, incluso con las cifras oficiales.
El último truco para camuflar la realidad consiste en considerar como trabajadores en activo a los fijos discontinuos que no están trabajando. No hay manera de saber con exactitud cuántos españoles están en esta situación, porque a Yolanda Ertes no le parece un dato chuli y lo oculta con mucho celo. El número está camuflado dentro de esos 1,2 millones de personas consideras «demandantes de empleo ocupadas», donde se mezclan los fijos discontinuos en paro y los empleados precarios que esperan encontrar un trabajo mejor. Cálculos estimativos apuntan que podrían ser unas 650.000 personas, un 24 % sobre el paro reconocido, y que en Salamanca significaría un colectivo de en torno a cuatro mil «empleados sin empleo».
A ese camuflaje se suma otro ya tradicional en las cifras del Ministerio de Trabajo: los parados en formación y los demandantes de empleo con demandas específicas o disponibilidad limitada, que tampoco figuran como desempleados y que suman medio millón, (un 18% más de paro). Extrapolando esa proporción a nuestra provincia, tendríamos que sumar otros tres mil salmantinos a la lista oficial.
Ya estaríamos hablando de cerca de cuatro millones de españoles que no están trabajando de forma efectiva, y de 25.000 salmantinos en paro real. Muy lejos de los récords y mucho más cerca de la situación que vemos todos los días.
No estamos ni de lejos como en 2007. La prueba del algodón que desmiente los números maravillosos de Yolanda son las horas trabajadas: antes de la gran crisis se trabajaban en España seiscientos millones de horas más por trimestre (8.500 millones ahora y 9.100 millones en 2007). Lo que ocurre es que al maquillaje oficial se suma el reparto de las horas de trabajo. Hay más gente trabajando menos días y menos horas. De ahí que España ostente el récord europeo, este sí, de pobreza infantil y figure en el podio de familias en riesgo de exclusión.
A este panorama hay que añadir que más de un tercio de los contratados en el último año corresponden a puestos de funcionarios, que pagamos entre todos y cuyos salarios contribuyen al endeudamiento y el déficit desbocados.
No es oro todo lo que reluce en los pendientes de la ministra.