Un julio aciago
Ante el bajón hostelero en julio el Ayuntamiento debe tomar nota y mejorar sus propuestas para atraer visitantes
Este mes de julio que ya se acerca a su fin ha sido terrible para la hostelería local. Es como si de repente y sin ningún motivo conocido, una mayoría de salmantinos hubiera decidido salir de vacaciones hacia el pueblo o la playa, o peor aún, como si muchos hubieran optado por quedarse en casa arrimados al ventilador, que lo del aire acondicionado es un lujo imposible ante la falta de instaladores. El panorama ha sido penoso en los barrios y en los pueblos del alfoz, pero también en el centro, con la Plaza Mayor casi vacía en muchos momentos del día.
Los representantes del sector hostelero en Salamanca no acaban de explicarse este bajón de afluencia a las terrazas, cafeterías, bares y restaurantes. Unos apuntan al calor excesivo de unos días y el viento fresco de los otros, pero lo cierto es que calor ha hecho siempre en julio y nunca se había visto tanta mesa vacía en estas fechas. El caso es que los datos de llegada de turistas no son malos, pero parece que los precios de las terrazas y los restaurantes les espantan y prefieren subsistir a base de bocadillos, como apunta José Moro, presidente de la Asociación de Hostelería.
Lo más preocupante es que son quienes viven en Salamanca los que en mayor medida han desertado de la cita con la caña y el pincho y ahí sí que parece influir el deficiente estado de las economías familiares. De repente los salmantinos se han dado cuenta de que les resulta imposible mantener el nivel gasto, la alegría y las ganas de disfrutar que brotaron tras la pandemia. La cruda realidad es que el coste de la vida se ha disparado, el Gobierno sigue friéndonos a impuestos y los sueldos han crecido con bastante moderación, así que las cuentas no cuadran.
El descenso del negocio supone un revés añadido para los hosteleros, que llevan años padeciendo el incremento de los precios de los suministros y de la energía, además de la falta de personal. No hay manera de encontrar camareros y cocineros, con o sin experiencia. Y ya no digamos verdaderos profesionales: esos están más cotizados que el caviar.
La complicada situación del sector debería hacer sonar las alarmas en el Ayuntamiento. Nos faltan recursos para promocionar Salamanca y no hay un plan de choque para temporadas desfavorables. La promoción exterior de la imagen de la capital no está dando resultados, al menos en verano. Y sigue habiendo mucho turismo de un día: necesitamos un relato distinto, que invite a quedarse más de una noche y que no agote todos sus encantos en una visita exprés a la Plaza y la Catedral. Es aquí donde duele más la falta de ambición: si los turistas se van tan pronto, no es porque la ciudad no tenga qué ofrecer, sino porque no lo contamos bien.
No sabemos cómo será agosto, tradicionalmente uno de los peores meses del año para la hostelería de la capital, sobre todo en la segunda quincena, pero desde luego no podemos confiar en recuperar terreno gracias a las ferias de septiembre, que el Consistorio ha programado sin novedades y con conciertos de escaso gancho.
Ese es un defecto generalizable al conjunto de la programación cultural en Salamanca, demasiado modesta y provinciana para una ciudad que presume de atractivos y marchamo precisamente de capital cultural.
Quizás haya llegado el momento de rebajar la austeridad con la que el Ayuntamiento aborda la promoción y organización de eventos atractivos para los turistas. Está muy bien invertir en una ciudad más verde, más saludable y más paseable a pie o en bici, pero si no mantenemos la viabilidad de los negocios hosteleros, nos quedaremos sin gente para disfrutarla.