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Un grupo de venezolanos se reunieron ayer en la Plaza Mayor de Salamanca para reivindicar el triunfo de la oposición a Nicolás Maduro y denunciar el fraude electoral promovido por el dictador bolivariano. No era muchos, pero lo fundamental es que tenían la razón.
Tenían razones de sobra para exigir al Gobierno español que se sume a los países que reconocen a Edmundo González como presidente electo de Venezuela, después de haber ganado 'por goleada' las elecciones en ese país. Los concentrados en la Plaza Mayor de Salamanca tienen también sobradas razones para considerar al Gobierno sanchista un traidor a la democracia.
Vergüenza es la palabra que mejor define la posición de España en el conflicto abierto en Venezuela. Vergüenza porque un expresidente de nuestro país se ha convertido en el consejero áulico, en el confidente y en el mayor defensor de la dictadura de Maduro. Es vergonzoso que Zapatero, después de arruinar nuestro país y romper los principios de la convivencia en España, se dedique ahora a ayudar al aparato bolivariano que está destrozando el presente y el futuro de los venezolanos.
Es una vergüenza que una parte del Gobierno de España haya pedido el reconocimiento del pucherazo de los gorilas bolivarianos. La vicepresidenta, Yolanda Díaz, esa loba comunista disfrazada de Caperucita Roja, hay asegurado que «lo primero, hay que hay que hacer es reconocer los resultados electorales. Es lo que hacen los demócratas en el mundo». Como buena comunista, su concepto de la democracia consiste en apoyar las dictaduras de extrema izquierda y aprobar todo aquello que contribuya al triunfo no ya de la clase obrera, sino de la clase dirigente del aparato comunista. Y es una vergüenza que esta persona siga en el Gobierno de España y no haya sido destituida de manera fulminante.
Pero claro, ¿por qué no la cesa Pedro Sánchez? Pues porque en sustancia comparte sus argumentos. Para el presidente del Gobierno lo único importante es conservar el poder, y en eso coincide con el sátrapa Maduro. Por eso la posición de España está siendo tibia, más tibia incluso que los países del Grupo de Puebla, casi todos ellos socialistas, populistas y comunistas, que han exigido la publicación de las actas electorales de los comicios del pasado domingo. Sánchez se ha limitado a pedir que se comprueben las actas, pero no puede ir más allá por una razón de peso: el peso de las maletas de Delcy Rodríguez, la vicepresidenta de Maduro que aterrizó en Barajas con un cargamento sospechoso y que fue recibida en nuestro país a pesar de la prohibición de la UE que la considera una narcotraficante.
España debería liderar en Europa la defensa de la democracia en Venezuela. Ese es el papel que nos corresponde como país con una relación especial con toda Latinoamérica. Pero nuestro Gobierno no puede asumir esa responsabilidad de ninguna manera. Para empezar, porque hemos dejado de ser un referente de la democracia en América para convertirnos en el paradigma del avance de la autocracia en países supuestamente democráticos de Europa. Para continuar, porque una buena parte del Ejecutivo comulga con los principios y las prácticas mafiosas de las dictaduras caribeñas. Y para seguir, porque si Maduro y sus gorilas decidieran desvelar las entrañas de las relaciones de Sánchez, Zapatero y Ábalos con la narcodictadura venezolana, tendrían un problema judicial y carcelario.
Así que, queridos venezolanos residentes en Salamanca, no debéis esperar nada del sanchismo. Si acaso, que no os extraditen a Caracas para que Maduro os encierre en el centro de tortura del Helicoide.
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