Eminencias ministeriales
Estos lumbreras creen que los derechos humanos no los alumbró la Escuela de Salamanca sino los terroristas de Hamás
La mayoría de las decisiones de este Gobierno no se entienden, pero hay algunas que, además de incomprensibles, duelen. La negativa del Ejecutivo de Pedro Sánchez a declarar el V Centenario de la Escuela de Salamanca como acontecimiento de especial interés, con las exenciones fiscales que ello conlleva, pertenece a esta segunda categoría. Es una bofetada institucional a la ciudad que dio luz a una de las corrientes intelectuales más influyentes de Europa. Un desprecio que se suma a una larga lista de agravios que Salamanca viene acumulando desde hace años, concretamente siete, desde la llegada del sanchismo al poder.
Hay decisiones políticas que hieren más que una afrenta directa. Porque delatan la indiferencia, el desdén, la voluntad de mirar para otro lado cuando lo que está en juego es la dignidad de una ciudad y el reconocimiento a una de sus mayores aportaciones a la historia universal. Eso es, ni más ni menos, lo que han hecho entre la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, con el V Centenario de la Escuela de Salamanca: dejarlo fuera de los acontecimientos de excepcional interés público, privándolo de las exenciones fiscales que, según la Ley de Mecenazgo, facilitarían el apoyo económico de las empresas a su conmemoración.
La paradoja es sangrante. Porque mientras se reconocen beneficios fiscales a citas deportivas y festivales de música que, con todo el respeto, poco aportan al pensamiento universal, se margina un legado que sentó las bases del Derecho Internacional y de los Derechos Humanos. ¿Qué ha de hacer Salamanca para que su historia reciba la consideración que merece? ¿Cómo se explica que el Ejecutivo considere digno de estímulo el Ironman de Calella o el Festival BBK Live y, en cambio, desprecie el quinto centenario de la Escuela de Salamanca?
Cierto que el nivel cultural del equipo presidido por Sánchez no le llega para recordar nada que no sea la guerra civil y la muerte de Franco. Más allá de eso, el intelecto de estos lumbreras naufraga en las tinieblas. Para Montero, Urtasun, Alegría y compañía, los derechos humanos los han inventado Hamás y sus terroristas. Si la Ley de Memoria Histórica se la dictó al Gobierno el exetarra Otegui, qué se puede esperar de esta tropa.
La senadora salmantina Esther del Brío volvió a levantar la voz en la Comisión de Cultura del Senado y consiguió sacar adelante una nueva moción de apoyo al evento, esta vez con el voto favorable del PP, la oposición de ERC y, lo más doloroso, la abstención de los senadores socialistas, entre ellos el salmantino David Matute, que defendió la ignominiosa y vergonzante posición de su partido. Era una de sus primeras intervenciones en favor, se supone, de los intereses de Salamanca, y ciertamente se lució.
En su alocución, acusó al PP de buscar el «efecto mediático» más que el beneficio de la Universidad. Un argumento de los del manual del equipo de asesores (ochocientos) pagados por Moncloa. Menos mal que no recurrió a lo de los bulos y la fachosfera. Pudo ser peor.
La decisión del Gobierno no solo es injusta, es torpe. Ni siquiera han caído en la cuenta de que marginar a esta provincia supone despreciar el legado de la Escuela de Salamanca, una parte esencial de la identidad española. Supone renunciar a una oportunidad única para reivindicar el pensamiento crítico, el humanismo, el diálogo entre fe y razón.
No han caído en la cuenta, o sencillamente es que no les importan un bledo ni la identidad de España, ni el pensamiento que no sea woke. Va a ser lo segundo.