Un calvario en 2024
En un año marcado por las citas electorales, ocurra lo que ocurra está claro que aquí seguirán mandando los enemigos de España
Va ser un año interesante este 2024, por no decir temeroso. La mayoría de las desgracias que se anuncian para estos doce meses son consecuencia de los desastres de 2023, que nos trajo la reedición del sanchismo en su versión más radical y peligrosa.
Será el año de la amnistía a los golpistas del 'procés', si los jueces no lo remedian. Como consecuencia, no llegará la concordia ni la distensión a Cataluña, sino que tendremos a los rebeldes catalanes envalentonados, convencidos por la vía de los hechos de que hicieron bien en declarar la independencia y de que quienes se equivocaron fueron las fuerzas del orden y los jueces que les metieron en la cárcel o les declararon prófugos. A ver quién les convence ahora de que no repitan la jugada que tan bien les ha salido.
Tras la amnistía veremos al cobarde huido en el maletero del coche volver a España en olor de multitud, quizás en el mismo Falcon del presidente rehén de sus votos.
Y como se sentirán fuertes, los secesionistas catalanes harán piña para ordeñar los presupuestos del Estado en perjuicio de las regiones leales a España y a la Constitución, entre ellas Castilla y León, que será pagana de las concesiones de Sánchez, incluido el chollo-cupo similar al vasco. Junto a ellos estarán poniendo el cazo los proetarras y separatistas vascos, que no se conformarán con haber arrebatado Pamplona a los constitucionalistas.
Y veremos muy pronto a Sánchez y Feijóo negociar la composición y la reforma del Consejo General del Poder Judicial con un mediador europeo, una imagen tercermundista que no impedirá el robo de cartera por parte del pasajero del Falcon al incauto gallego. La renovación del CGPJ permitirá al presidente colocar sus peones de cara a los pleitos de sus coaligados y para cuando llegue la hora de cambiar el sistema de elección, Sánchez ya no estará en el poder o se habrá olvidado de sus compromisos, como hace siempre.
Será un año marcado por las elecciones, en las que quienes nos sentimos españoles tenemos muy poco que ganar. En Galicia, el 18 de febrero se jugará Alberto Núñez Feijóo parte de su futuro como candidato en las próximas generales, porque todo lo que no sea repetir la mayoría absoluta dejará al PP fuera de la Xunta y eso le dejaría tocado.
Luego vendrán las europeas, donde Sánchez recibirá uno de esos varapalos que no duelen. Las perspectivas socialistas son muy malas porque ahí no funcionará el voto del miedo a Vox que le salvó el pasado 23 de julio. Se vota con libertad y el descontento de la gente con todas sus barrabasadas puede ser de campeonato. Pero le da igual. Le importa un pimiento que el PSOE, ese remedo de partido que funciona como un rebaño de corderos a su servicio, pierda unos cuantos escaños y que los populares le ganen por goleada. Le trae al pairo Europa, el partido, los eurodiputados y cualquier cosa que no le impida continuar durmiendo en La Moncloa.
Todo hace prever que habrá también comicios autonómicos en el País Vasco en abril y en Cataluña en noviembre, pero en ambas regiones los enemigos de España tienen todas las de ganar. Falta saber si en Euskadi se repetirá la alianza de los socialistas con los bildutarras o si se unirán a los recogenueces del PNV y si en los Paísos los de Sánchez harán pareja con el prófugo o con el ex presidiario. Bonita disyuntiva.
Hay quien piensa que puede haber elecciones generales anticipadas si Sánchez no cumple las promesas a sus captores, pero eso es soñar con imposibles. Lo que sí está claro, ocurra lo que ocurra en las urnas, es que en España seguirán mandando quienes quieren destruir España. Que ya es desgracia.