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Un buen día, después de treinta años de matrimonio, el marido regresa precipitadamente de un viaje de trabajo y se encuentra con que mientras el filete que pensaba zamparse ese mediodía se ha quedado en la sartén quemándose a conciencia completamente solo, su mujer ha hecho las maletas precipitadamente y se ha pirado de casa tras interponer una demanda de separación y denunciarle por un delito de violación continuada a lo largo de todos esos años de convivencia.

Él, que hasta entonces vivía en un mundo alternativo ejerciendo a su parecer de excelente padre y ejemplar esposo, alucina en colores y hasta cierto punto, aunque con matices, también los hijos de la pareja.

El resto de la historia, búsquenla en alguna de esas plataformas televisivas. Es una explosiva miniserie titulada «Querer» de cuatro capítulos dirigida por Alauda Ruiz de Azúa y magníficamente interpretada por Nagore Aranburu (esposa), Pedro Casablanc (el marido), Miguel Bernardeau e Iván Pellicer (hijos). Un disparo eficaz y certero al machismo instalado en todo nuestro entramado político, judicial, social, amistoso y familiar, observado al detalle con la lupa reveladora de unos guionistas que lejos de recrearse en el maniqueísmo de lo blanco y lo negro, nos muestran los tonos grises de una relación donde aparentemente la violencia parece inexistente o invisible pero que poco a poco va manchándolo todo hasta destruir no ya la capacidad de amar y sentirse amado por las personas cercanas sino la misma salud mental de los implicados.

No hay golpes ni ojos morados que es lo que todos acertamos a ver, menos los negacionistas que ustedes saben, pero si una colección de heridas vaporosas que el tiempo ha ido convirtiendo en profundas y que se abren en todas las direcciones envenenándolo todo. La dictadura del fuerte ejercida con sutilidad y buenas maneras. La estrategia del poderoso caballero don dinero imponiendo su ley como una forma más de aplastar a los demás y limitar su poder de decisión y opinión siempre que difiera de la del jefe de la manada. El engaño tramposo del disfraz de la persona respetable que alterna en los salones de la alta sociedad imponiéndose sobre la miseria del humilde que nunca llegó a nada y frecuenta los tugurios más pobres de la ciudad.

Qué bien contado y qué capacidad para volarnos la cabeza la de los responsables de esta serie, simplemente poniéndonos una historia cotidiana y bien contada delante de los ojos. Ojalá fuera obligatoria en todos los colegios.

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