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Todo el mundo sabe que tenemos la Plaza Mayor más hermosa del mundo. O en fin, digamos para no resultar demasiado chovinistas frente a los más viajados, que una de las más hermosas del mundo. Puede que solo en Roma haya unas cuantas que de pronto podrían disputarle el trono. También, desde hace bastante tiempo deberíamos admitir que, quizás para compensar lo anterior, tenemos la Gran Vía menos atractiva del mundo o por lo menos una de las más abandonadas y cutres. O eso es lo que a uno que pasea con frecuencia por ella, le parece. Al menos en ciertos tramos de la Gran Vía.

Especialmente ese tramo que discurre entre la plaza de la Constitución y la zona baja, la de alta densidad en bares y locales de copas. Circular por ese trecho de la que sin duda debería ser una de las arterias más cuidadas de una de las ciudades más bellas de España, es aventurarse a un paseo por la más absoluta dejadez y decadencia.

En ciertos momentos del día o de la tarde, transitar por esos soportales plagados de graffitis cutres (los del simple tag antiestético y ególatra, ese anty style grotesco y descuidado que hizo furor en los ochenta, nada que ver con el hermoso arte callejero de zonas como la plaza del Oeste), olores y manchas de orín en las esquinas, suelos cubiertos de oscuros e indefinibles pringues, chicles parcheando las baldosas, bares aborrecidos hace tiempo y tiendas clausuradas hace mil años, es como caminar por una ciudad que llevase abandonada hace varias décadas y languideciese esperando a alguien que tenga un poco de interés en adecentarla y ponerla al día, modernizarla, rescatarla del clamoroso olvido.

Es llamativo que en tan breve espacio, el de nuestra Gran Vía, se alcen algunos de los edificios institucionales más nobles, ricos y ostentosos de la ciudad, alternen algunos de los garitos y locales de copas más exitosos de la intensa noche salmantina pero también conviva la decadencia más absoluta, la dejadez, la suciedad, el declive.

Resulta curioso observar con frecuencia acometer reformas repetitivas mucho menos necesarias en avenidas o plazas menos céntricas y frecuentadas que la Gran Vía, pero que nunca le llegue el turno a esta importante avenida que las pide con urgencia. A ver si hubiera suerte cualquier año de estos y alguna autoridad competente en la materia se dieran por ahí un garbeo dejando en el garaje el coche oficial.

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lagacetadesalamanca Paseando por Gran Vía