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En efecto, ya se huele la sangre de esas noches memorables de debate electoral. En segundos saldrán a bailar al ring Pablo Motos y Broncano, saludando con los brazos en algo y calzones reglamentarios (azules el primero, rojos el segundo). Inmediatamente comenzarán a atizarse con saña unos cuantos mandobles en horarios de máxima audiencia mientras los espectadores celebran los zascas incorporados a unos chistes que inexcusablemente servirán a la voz del amo.
Por los aledaños del recinto deambulan los apostadores de uno y otro cómico, elevando con mucho alboroto sus envites. Los de derechas siguen encantados con Pablo Motos y los de izquierdas han encontrado la oportunidad de irse resarciendo con su nuevo ídolo: Broncano. Los púgiles perfilan en vestuarios la estrategia a seguir, ayudados por un enjambre de guionistas traviesos, graciosos, maleducados y sectarios.
Los cámaras persiguen a los contendientes, en ese precalentamiento previo a la salida, en el que los nervios parecen atenazar a los humoristas que hasta ahora reinaban relajadamente en sus respectivos castillos sin tener que verse las caras ante una audiencia que pide ganchos a la mandíbula y golpes bajos. Motos aprovecha el tiempo para corregir una pregunta un tanto babosa y machista dirigida a una actriz de moda que hoy visita el programa, mientras Broncano intenta aguzar el ingenio para intentar meter en un callejón sin salida al cantante melódico invitado de hoy y al que la semana pasada se le escapó en las redes sociales un comentario un tanto xenófobo respecto a la regulación de la comunidad de inmigrantes. Inoportunamente al primero se le ocurre un chascarrillo contra la pareja de la presidenta de la Comunidad de Ayuso que debe desechar enseguida temiendo defraudar a los suyos. A Broncano, por el contrario, le acaba de llegar a la mismísima punta del boli una frase ingeniosísima pero que deja en mal lugar a la esposa del presidente del Gobierno. Con rabia la tacha de su libreta por incorrecta confiando en que nadie a su alrededor la haya podido leer.
Los colaboradores de uno y otro cómico corren por los pasillos intentando que todo esté a punto mientras en la sala de estar de sus respectivas casas nuestras autoridades políticas comienzan a encender el televisor y sintonizar las pertinentes cadenas donde el humor de derechas y el de izquierdas van a protagonizar el debate previo a las próximas elecciones que se atisban en el calendario.
Que Dios reparta suerte.
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