A los chavales, que ya sabían que para ellos comprarse un piso estaba imposible, les acaba de saltar una alerta en el móvil advirtiéndoles de ... que el alquiler medio de una casa ya ha superado los ochocientos pavos. En resumidas cuentas, han empezado a levantar la vista del instagram y de tic toc, se han quitado de la oreja el disco de Rosalía y comienzan a preguntarse entre los colegas cuándo tendrán ellos la oportunidad de marcharse de casa de sus papás. Y cuándo podrán disfrutar de un hogar propio y cuándo podrán construir una familia, que aunque ahora nos parezca a todos un auténtico milagro es hasta uno de los derechos fundamentales contemplados en la parte más solemne de la Constitución.
Los chavales ya han evaluado también con la calculadora del móvil que con ese primer sueldo que cobran no les llega para ese lujo y para al mismo tiempo vestirse decentemente y comer, aunque sea repasando las ofertas del Mc Donald de la esquina.
Es natural por tanto que flipen cuando escuchan al presidente del Gobierno decir que la economía española va como un tiro y aún más natural que juren en arameo y envíen recados a los padres de la patria cuando escuchan a la oposición que un gobierno democrático no debe intervenir los precios del alquiler porque eso es una medida de gobiernos procomunistas que mata la libertad, tensiona el mercado y distorsiona la ley de la oferta y la demanda lo cual puede producir problemas a largo plazo.
A los chavales los problemas a largo plazo se la sudan muchísimo y han empezado a radicalizarse y mosquearse escuchando cada vez más disparates al gobierno y a la oposición y eso que todavía no se han asomado al último y demoledor informe de Cáritas. Bendito shadow banning y benditos algoritmos, mucho más entretenidos en esconder el crecimiento de las más bestiales desigualdades y el empobrecimiento masivo de las clases trabajadoras que en difundir el hermoso mundo de los triunfadores: esas fiestuquis tan horteras y descerebradas de ciertos futbolistas jóvenes de moda, las pócimas y diseños mágicos de las influencers con más deditos de me gusta y el mundo chipiritifláutico de los distinguidos youtubers establecidos en Andorra o en cualquier otro paraíso fiscal.
Y a los chavales se les está poniendo una mirada un tanto turbia de mala leche en los ojos y se les está volviendo la sonrisa torva e irónica. A saber qué revoluciones traman.
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