Alas de cisne
Acaba de editar nuevo libro de versos el gran Luis Alberto de Cuenca, uno de los mejores poetas vivos y actual premio Reina Sofía de Poesía convocado por nuestra Universidad. Se titula «Alas de cisne», el apodo con el que se conocía al danés Hans Christian Andersen, autor de cuentos tan universales como La Reina de la Nieves, El Patito Feo, La Sirenita, y otros muchos que alimentaron nuestros febriles sueños infantiles y de paso siguen dando de comer al imperio de la Disney.
Son poemas que Cuenca escribió entre 2022 y 2024. Sospecho que antes de que se anunciase el Reina Sofía. No sería de agradecidos tras concedérsele este galardón, que él precisamente lo pague recordando en este libro uno de los episodios que saca los colores a nuestra institución académica (y a nuestra tierra) tildándola de injusta, paleta, envidiosa. Pero no se pongan nerviosos los profesores actuales de nuestra Universidad. Cuenca que aparte de poeta, es doctor en Filología y Académico de la Real Academia de Historia, en realidad se retrotrae en sus puyas al siglo XVI. Algo habrá evolucionado nuestra universidad desde entonces.
Cuenta en su poema titulado «Elio Antonio de Nebrija abandona Salamanca para nunca volver» que aquel año que Colón llegó a América se abría una oposición entre tres candidatos para ver quién se merecía la cátedra de Prima de Gramática en Salamanca. Optaban a la misma: Herrero el Viejo, un tal García del Castillo, y nada menos que el maestro Nebrija, autor de la excelsa Gramática de la Lengua Castellana.
Pues bien, aquellos zoquetes mandamases universitarios de entonces decidieron otorgarle la Cátedra al recién llegado al ruedo de la Filología, García del Castillo humillando a Nebrija, que no le quedó otra que emigrar en busca de más cariño a la Universidad de Alcalá de Henares, donde el astuto Cardenal Cisneros le ofreció inmediatamente la Cátedra de Retórica. «El genial Elio de Antonio -termina diciendo Cuenca en su poema-, siguiendo esa costumbre / de castigar al genio tan injusta y tan típica de nuestros pagos, tuvo que padecer en carne / propia la humillación de verse postergado / en la ciudad que tanto quiso, de donde era / su esposa, donde habían nacido sus hijos. / Cuando reina el talento, surge siempre la envidia».
Recemos para que el poeta no recite estos versos el día de la entrega del premio Reina Sofía. O sea, que casi el «Caperucita feroz» que escribió en su día para la Orquesta Mondragón.
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