Pedro Sánchez entró en el PSOE haciendo un alunizaje con el famoso «Peugeot» y, tras el asalto a Ferraz y una vez en el Gobierno, comenzó a llenarlo todo de mierda como única estrategia de supervivencia conocida. En unos pocos años, siete eternos años ya, este alienígena criado en el vientre de Zapatero lo ha corrompido todo, llevándonos a ser ciudadanos de un país en descomposición en el que sólo los chaperos afines, habitual parásito político, han encontrado acomodo… con permiso de la Justicia que, entre embestida y embestida, aún resiste el acoso brutal de la dictadura que se abre paso a base de mentiras, populismo finolis y corrupción. Largo Caballero, con esta banda ebria de odio, revanchismo y adicta al chanchullo y al escaño, ya descansará en paz…
Pero dejando a un lado la situación misma, de sobra conocida y sufrida por todos votemos a quien votemos, la estética del «sanchismo», una izquierda salvaje, está llevándolo todo a extremos que hacen que un vertedero en Accra parezca el decorado de una película de amor y lujo. Empezando por las «pintas», por su manera de hablar, sus gestos: no se necesita mucho para saber de qué jaez son los Cerdán, los Ábalos, los Koldos, los Pablos Iglesias, los Zapateros, las María Jesús Monteros, las Yolandas Díaz, los Pachis, los López, los Pumpidos, los Pepiños o las Leires. Ni siquiera hace falta que abran la boca, los ves y ya los conoces. ¿Cómo es posible que gente así inunde los ayuntamientos, los parlamentos, las empresas públicas, los ministerios, las presidencias de los gobiernos?, ¿quién los pone en las listas, quién los elige y con qué turbios fines?; en serio, ¿no hay nadie ni más preparado ni con mejor planta o es necesario infectarlo todo con lo peor de cada casa?
Y luego viene la histeria y el sectarismo más obtuso, y ahí tienen a los socialistas salmantinos, pancarta en mano, apoyando a Sánchez justo ahora, cuando está a punto de colapsar y camino de llevarse por delante al partido, al SúperPSOE de SúperSantosCerdan. Sin duda, tienen el don de la oportunidad y con Jesús Málaga de abanderado, emprendiendo el ex alcalde el camino contrario de quien fuera su amado líder, Felipe González. Qué pena, señor Málaga, quemar así su carrera defendiendo lo indefendible, las políticas más falsas, abyectas y retrógradas. Políticas progresistas lo llaman. Efectivamente, «progresan» ellos.
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