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Algunos sabemos que España es un país maravilloso, siendo chauvinistas exquisitos y con conocimiento de causa, uno de los mejores lugares del mundo para vivir, si no el mejor; pero algunos sabemos también -y lo peor, somos espectadores inermes y horrorizados- que se está descomponiendo vertiginosamente por culpa de políticas erráticas y derrochadoras y de políticos corruptos, ignorantes y sin escrúpulos unos, y cobardes otros. Estamos en manos de un lumpen amparado por la democracia/demo-crazy que nos gastamos y de la que ayer hizo gala Pedro Sánchez en una terrible intervención en el Congreso para explicar, sin explicar nada, el »apagón» total del lunes 28 de abril. Como escribía el pasado jueves, la culpa es del chachachá. Todos al suelo, habla Benito Sánchez Mussolini.

Pero siendo lo peor, Benito Sánchez se rodea además de la peor escoria: sus palmeros, sus «periodistas» y «comentaristas», que sólo sirven para ensalzar y blanquear al régimen al mejor estilo del Movimiento Nacional. Lo llevan en el ADN: totalitarios de pura cepa.

El pasado martes uno de estos «comentaristas» afines, un tal Paco Cerdà, vinculado, ¡cómo no!, al diario «El País» y a la maquinaria del resentimiento que tanto daño nos lleva causando desde Zapatero, publicaba un artículo en «The New York Times» para contarle al mundo lo guay que fue el «apagón». El artículo, traducido del español -el inglés sigue siendo nuestra gran asignatura pendiente, pero a quién le importa- era vomitivo y el titular ya lo anunciaba: «España sin luz es más segura que otros lugares con suministro eléctrico». Básicamente, el requeté Cerdà, de 40 añitos, escribía en el diario «woke» por excelencia lo que luego ha tomado Benito Sánchez como discurso propio: que somos un país ejemplar, solidario, divertido, y siempre dispuesto a hacer botellón en una rotonda por la que antes circulaban los autobuses urbanos. A la mierda con la luz, un lujo de ultrarricos, mientras ciudadanos, escribía la criatura, se reunían sin conocerse de nada a beber cervezas antes de que se calentaran, dirigían ellos mismos el tráfico, y los taxistas al no poder cobrar con tarjeta, fiaban la carrera al pasajero. ¿Se pueden decir más bobadas? Este es el verdadero problema ahora mismo, que España se ha convertido en un país de imbéciles a sueldo. O imbéciles sin más.

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lagacetadesalamanca Un país de imbéciles