Se me olvidó que te olvidé
Cuando muera el «sanchismo», habrá que crear el Ministerio de Memoria Histórica para resarcir a sus víctimas
El jueves fue el día de la gran infamia «sanchista», o todo junto, «sanchista», socialista, comunista, liberticida, golpista, fascista, una asonada en toda regla travestida de legalidad por el curandero en jefe de la Santa Muerte, Cándido Conde-Pumpido. A su lado, aquel Pedraz de los desvaríos amorosos en «Hola» y su melena al viento me parecía hasta entrañable.
El jueves ya hubiera querido escribir sobre este golpe de Estado del Constitucional que, aunque era de sobra conocido que se iba a producir, personalmente me negaba a aceptar, pues los demócratas del 78 llevamos en el ADN grabada a fuego la cordura, la libertad y siempre la esperanza. Los hijos de puta eran patrimonio de la Historia, de la ETA, de los nazis catalanes o de la Ruanda de los hutus. Pero llegó el jueves, y Sánchez y los suyos volvieron a golpearnos con la maza de su odio, que es infinito, mientras el salmantino Fernando Pablos, ese gran socialista que igual se moría por un póster de Felipe González que adora en una estampita a Chucky Sánchez en un altar de Sinaloa, tenía la caradura elefantiásica de pedir la dimisión de la consejera de Educación del Gobierno castellano y leonés por no sé qué asalto informático menor y por mentirosa. El PSOE acusando de mentirosos a los demás justo ahora, en plena destrucción de España y de su democracia, ¿a qué suena chistoso, señor Pablos? Al menos el resto de los socialistas meapilas locales tienen el decoro de estar calladitos, a ver si escampa.
Pues sí, llegó el jueves y llegó Conde-Pumpido atizando, sin rubor alguno. Cuando muera el «sanchismo», que morirá, habrá que crear el Ministerio de Memoria Histórica, sección Sanchismo, para resarcir y recordar a sus víctimas, que somos todos, los demócratas -incluidos miles de socialistas que hoy, como Felipe González, tienen su voto en el desván- y en general los leales al régimen del 78, un régimen ejemplar que ha permitido que cierto socialismo rastrero reescribiera la Historia y volviera a las andanadas y odios viscerales de la Guerra Civil. Ahora sólo nos queda seguir rezando y apoyando a la Justicia, a la de verdad, no a esa justicia con minúscula que crea a su antojo el legislador desde los campos de concentración del chantaje y la corrupción del poder.
Llegó el jueves y desde entonces zozobro en un mar de posibilidades como protesta, pues no sé si quemarme a lo bonzo en la Plaza Mayor con una pancarta de «Sánchez, dimisión», o darme a la bebida hasta que pueda enhebrar aquello tan bueno de Bebo Valdés y Diego «el Cigala» de «se me olvidó que te olvidé»…
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