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Dos semanas después de la catástrofe de Valencia, sigo sin digerirla y soy incapaz de reconocerme como ciudadano de este país que, al día de hoy, ha tocado fondo -lo han hundido- y es una mierda de país. A las pruebas me remito y quien no quiera verlo, problema suyo y de su ceguera. Sigamos pensando en que un día ganamos un Mundial de fútbol y tal. La mejor descripción del aciago momento que vivimos la dio una tertuliana radiofónica el pasado fin de semana en «EsRadio»: el día 29 nos acostamos en Noruega y al día siguiente despertamos en Sudán. Más claro, imposible, es lo que tenemos y peor: «España es una torrentera de miasma en lo oficial», escribía el lunes Jesús Nieto en el diario «Abc». Lo clavó.
Lo sucedido en Valencia tras el tormentón asesino del día 29 es sencillamente inaceptable y no puede ser pasado por alto, como ocurre con tantas y tantas cosas que acaban enterradas por el escándalo siguiente en este país, conocido ahora como Nuevo Sudán. Valencia sigue hoy, 14 de noviembre, ahogada en barro, sin servicios, sin hogares, sin negocios, sin pasado ni presente ni futuro. Sin nada, repitan conmigo «sin nada», a ver si nos damos cuenta de una santa vez que estamos en manos de unos auténticos sinvergüenzas que han llevado a España al descrédito y al Estado fallido puro y duro. Pagamos impuestos como los noruegos y recibimos servicios sudaneses. En el medio, la corrupción, el vuelva usted mañana, las comidas con periodistas cañón, y el gran dictador Sánchez, el cerebro y mano ejecutora de nuestra debacle, en la que el PP, tontos que sois tontos, hace los coros y danzas. Feijóo, sal si tienes lo que hay que tener. De lo contrario, vete.
España está hecha unos zorros por la única culpa de sus políticos, que sólo están a su interés personal, ni siquiera al de sus partidos, que son meros instrumentos para el lucro. Y ahí los tenemos, en silencio, escondidos o viajando a todo trapo en el «Falcon» mientras los valencianos se ahogan en su horror y en su miseria, víctimas de un Estado tan fallido que ni siquiera dos semanas después de la riada es capaz de coordinar la ayuda en la zona, como me decían bomberos salmantinos que han estado trabajando sobre el barro como Dios les ha dado a entender… Y mientras, la izquierda sectaria de manifestación. Maldita sea, coged una pala y dejad la pancarta para luego, ¿pero no os da vergüenza? No, no hay vergüenza que valga en Nuevo Sudán.
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