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España me supera, siento repetirme. Este Gobierno me supera; estos sociatas, que no socialistas, me superan… Y siempre con la caspa encima, chorreando caspa. No me extraña que Torrente sea una estrella nacional mamando este ambiente de corrupción, vida alegre y seguro que aún tomando “Licor 43” con naranja en los muchos ratos de asueto que tienen estos políticos de pelo en pecho, de profesión sus huevos de oro, como Javier Bardem.

No pensaba escribir hoy sobre José Luis Ábalos y su penúltima salida de tono, pues me aburre este hombre, con esa chulería propia de un personaje menor de Juan Marsé, y otro (u otra) que llegó a ministro por ciencia infusa. Me escuecen más la situación de Venezuela o las gravísimas (pero gravísimas) palabras de Pedro Sánchez ante el Comité Federal de su partido, advirtiendo hace unos días que gobernará con o sin el Parlamento. Ni siquiera hice mucho caso a las informaciones de “The Objective” sobre los pagos a una joven amiga del ex ministro de Fomento llamada Jessica.

Me aburre todo esto, pero escuché al fulano en una entrevista con Carlos Alsina, e imposible no comentarlo. Lo de Ábalos es un insulto a la inteligencia más básica, la justita; un pobre hombre caído arrastrándose por las emisoras de radio para tratar de contar sus lagunas políticas y hasta sus divorcios, como si a los ciudadanos nos importara su vida o sus gustos de macho de “Varón Dandy” que ahora giran en torno a una chica llamada Jessica, la Jessi supongo, a la que invitaba a viajes y saraos varios, haciendo de su importante Ministerio una etapa de la “ruta del bakalao” o algo parecido. No me lo creo, despierto cada mañana en esta España y no me lo creo, como no se lo creía el periodista de “Onda Cero”: “Me he perdido”, le repetía el bueno de Alsina al hombre que luchó a brazo partido junto al tal Koldo, portero de puticlub, por poner a Sánchez donde está. Ya ven.

Y seguimos en la rueda del hámster sin que pase nada o casi nada. Tragamos con todo, somos los mejores fajadores, aguantando a políticuchos expertos en sortear sus miserias con la negación y la mentira, gente que ha hecho de España un país enfermo, tercermundista… Ya podrían aprender de la democracia inglesa ¡de 1963!, cuando una corista, Christine Keeler, derrocó al Gobierno de Harold Macmillan con el conocido “escándalo Profumo”. Pero hay democracias y hay pseudodemocracias, como diría Sánchez.

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